
Más de ochenta mujeres habitantes del cordillerano páramo andino de Ecuador, quienes participaron en un proyecto de capacitación implementado por Naciones Unidas, practican agricultura sostenible, y socializan, en sus comunidades, los conocimientos adquiridos.
También fruto de ese aprendizaje, y habiendo sufrido violencia machista, desarticulan estereotipos de género, por ejemplo, participando en proceso locales de toma de decisiones.
Desarrollada desde marzo de 2018 hasta marzo de 2019, la iniciativa benefició a 86 pobladoras -mayoritariamente indígenas- de las comunidades de Bayán, Hornillos, Morasloma, Nazari, y Puculcay, en la sureña y mediterránea provincia de Azuay, precisó la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), al informar sobre resultados del programa.
El proyecto se apoyó en el ancestral conocimiento ambiental indígena, precisó ONU Mujeres, en la nota informativa que difundió el 7 de mayo, en su sitio en Internet, y que tituló “Cómo mujeres en Ecuador están recuperando un frágil ecosistema frente a la crisis climática” (“How women in Ecuador are restoring a fragile ecosystem in the face of climate crisis”).
Citada en el artículo, la representante de la agencia en Ecuador, la española andaluza Bibiana Aído, expresó que, si bien fue llevada a cabo en un sector de la Cordillera de los Andes en el país sudamericano, la iniciativa demuestra que las mujeres son participantes imprescindibles en la búsqueda de solución al cambio climático.
“Muchas de las amenazas que se ciernen sobre el ecosistema del páramo de Ecuador, en los Andes: la expansión de la frontera agrícola, desertificación, y excesivo pastoreo, que ha dejado, áridas e inertes, grandes franjas de tierra”, señaló ONU Mujeres, en la extensa nota.
“La salud del frágil ecosistema, aquí, está estrechamente vinculado con la vida y el bienestar los hombres y las mujeres quienes viven en el lugar”, agregó, para advertir que, “si no se lo protege, el páramo ya no podrá producir el agua fresca que fluye hacia los ríos que alimentan el (río) Amazonas”.
Un alto número de hombres, ha abandonado las comunidades, indicó la agencia de Naciones Unidas, además de precisar que las mujeres optaron por permanecer, y dedicarse a cuidar a sus respectivas familias, y la tierra, según lo indicado por ONU Mujeres.
Las integrantes de esta población femenina son, mayoritariamente, indígenas, y, “más allá de las tradiciones culturales que las atan al páramo, no han tenido, durante generaciones, acceso a oportunidades suficientes de educación ni de empleo”, precisó la agencia especializada.
Tras haber asistido a la capacitación, las 86 mujeres de las cinco comunidades “se reúnen regularmente”, momentos en los cuales “hablan, escuchan, y mutuamente aprenden, intercambiando conocimiento y experiencias sobre la administración de su tierra y de los recursos naturales”, relató, además.
Junto con la crisis climática, la violencia contra las mujeres constituye una fuerte realidad de proporciones considerables, en Azuay, donde un 70 por ciento de las habitantes ha denunciado que ha sido víctima de violencia de género, por lo menos una vez, de acuerdo con los datos más recientes del Instituto Nacional de Estadística y Censos, información citada en el artículo.
“También ha habido evidencia de violencia sexual, en las comunidades”, indicó, la entidad, para advertir, a continuación, que, “sumada a la crisis de salud y económica que, frecuentemente, acarrea, tal violencia ha afectado la autoestima y la agilidad de las mujeres”.
Por lo tanto, “empoderar a las mujeres para que protejan el ecosistema y mantenerse a sí mismas, también significó desmantelar estereotipos de género, y apoyarlas para defenderse y participar en la toma de decisiones en sus hogares y comunidades”, explicó.
De modo que el plan de capacitación se llevó a cabo “con el objetivo de mejorar la resiliencia de las mujeres”, lo mismo que su “producción agrícola sostenible, y manejo del ambiente, construyendo a partir del conocimiento indígena que tienen”, agregó.
“Hoy, las mujeres en las cinco comunidades que participaron en el proyecto, están, abiertamente, promoviendo la producción agrícola sostenible, participando en actividades políticas, y han aumentado la autonomía sobre sus recursos y sus cuerpos”, aseguró.
ONU Mujeres señaló, además, que, “como resultado, están mejor equipadas para administrar la tierra y los recursos naturales en el páramo”.
Y reafirmó que, “desde que completaron el proyecto, las mujeres han continuado en la práctica de agricultura sostenible, y de enseñar, a otras en su comunidad, cómo cultivar alimentos y cuidar el frágil ecosistema”, algo de lo cual “las comunidades están, ahora, cosechando beneficios”.
Al respecto, Aído -una ex ministra de Igualdad (2008-2010) de España- expresó que “el proyecto del páramo nos muestra que, sin mujeres, no es posible hablar sobre soluciones al cambio climático y (sobre) desarrollo sostenible”.
“Uno de los principales objetivos del proyecto fue generar una experiencia piloto que pudiese replicarse en otros ecosistemas críticos, lo mismo en el altiplano que en la región de Amazonas, en términos de sostenibilidad ambiental e igualdad de género -dos grandes objetivos en la Agenda para el Desarrollo Sostenible 2030”, subrayó.
Aído hizo referencia a la agenda que, aprobada en 2015, por la Asamblea General de las Naciones Unidas, contiene los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), consistentes en 17 metas cuyo cumplimiento se prevé, a más tardar, para 2030.
El quinto objetivo, se refiere al componente de “Igualdad de Género”, con miras a “poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y las niñas”, lo que, simultáneamente, es un derecho humano básico, además de constituir un aspecto clave en materia de desarrollo sostenible.
“Se ha demostrado una y otra vez que empoderar a las mujeres y niñas tiene un efecto multiplicador y ayuda a promover el crecimiento económico y el desarrollo a nivel mundial”, según lo indicado en ese punto.
En cuanto al decisivo papel ambientalista de las mujeres de ese sector del páramo ecuatoriano, la agricultora y jefa de hogar Dolores Piedra Guamán, de Puculcay, una de las beneficiarias del proyecto, aseguró que “tenemos que proteger las fuentes de agua, porque sin agua no podemos vivir”.
Por su parte, Luz María Yumbo, de Bayán, reflexionó en el sentido de que “ya destruimos la montaña, para hacer pastura”, de modo que, “ahora, tenemos que plantar árboles y cultivar la tierra con bokashi y biol (fertilizantes orgánicos)”.
Al respecto, Mélida Yolanda Naguamal, de 22 años, quien aspira a ser enfermera, dijo que “aprendimos a hacer (…) bokashi, para que las plantas crezcan mejor, y a cuidar la pradera, porque ahí es de donde viene el agua, nuestra fuente de vida”.
En coincidente opinión expresada por Yumbo, “las que aprendimos la maravilla de hacer estos jardines sostenibles, tenemos que seguir con eso, tenemos que seguir plantando vegetales, nosotras mismas”.
“Sueño con ver el páramo recuperado”, planteó, para agregar que “tengo la esperanza de que, algún día, esta tierra sea como era, con plantas saludables y productos y granos cosechados aquí”.
En lo referido a neutralizar estereotipos de género, fuertemente arraigados en la tradicionalmente patriarcal sociedad regional, Edita Ortega, quien ahora integra el Concejo Municipal de Bayán, destacó, a partir de su experiencia personal en la capacitación, el empoderamiento que las mujeres locales han logrado.
“Del taller de liderazgo, aprendí a participar más en los espacios que represento, a hablar sin miedo, y a no tener medio a cometer errores”, comenzó a explicar.
“Ya hemos tenido algunas reuniones con hombres de la comunidad, y les decimos que no escuchen, porque nosotras tenemos el derecho a escuchar y ser escuchadas”, agregó.
Además, aseguró que “estoy pronta para trabajar por mi gente”.