Los idilios extraordinarios se dan todos los días en relaciones que desde la perspectiva sicológica  podrían considerarse patológicas, pero muchas son catalogadas como “trágicas historias de amor”.

Las historias de amores tórridos, incondicionales y obsesivos son especialmente provenientes de mujeres que han amado demasiado. No son leyendas como las de Tristán e Isolda que escapan de los sentidos sociales, morales, normas y tradiciones. Los idilios extraordinarios se dan todos los días en relaciones que desde la lupa de la psicología se podrían considerar patológicas, pero muchas podrían catalogarse sencillamente como “trágicas historias de amor”.

Jeanne Hébuterne

Iniciaré por comentar la historia de Jeanne Hébuterne, pintora francesa, modelo y musa de Amedeo Modigliani, uno de los grandes pintores del siglo XX. Jeanne tuvo una hija con Modigliani que entregó a un centro de cuidado de menores para poder seguir al afamado pintor, viviendo entre atribulaciones económicas, enfermedades y vicios. Cuando Modigliani murió a causa de meningitis tuberculosa, después de su funeral y con nueve meses de embarazo, Jeanne no soporta la pérdida de su amado y se suicidó tirándose desde la ventana de un quinto piso.

 

Eva Braun

Eva Braun, la compañera inseparable de Adolf Hitler, contrajo matrimonio con el fuher un día antes de su suicidio. Fue modelo y más tarde fotógrafa y autora de gran parte de las fotos y cortometrajes que se conservan del líder nazi. No tuvo influencia en la vida del líder; ni siquiera tenía permiso para intervenir en conversaciones políticas o de negocios. En dos ocasiones intentó quitarse la vida presuntamente porque Hitler no le dedicaba el tiempo que ella requería. A la tercera fue la vencida cuando a los 33 años de edad, en el bunker que la albergaba, ingirió una cápsula de ácido prúsico quedando tendida sin vida a la par de su recién esposo quien (presuntamente) se había suicidado de un disparo en la cabeza. 

Manuela Sáenz Aizpuru

Una mujer que no se suicidó pero murió en pobreza, soledad y desprestigio a causa del amor hacia su “coronel”, fue Manuela Sáenz Aizpuru, compañera sentimental de Simón Bolívar. Arriesgó su vida por el “Libertador” cuando en Santa Fé de Bogotá, Bolívar fue objeto de un intento de asesinato que ella frustró interponiéndose a los rebeldes. Después de la muerte de Bolívar, tras un cambio de gobierno Manuela es desterrada de Colombia y vive en exilio en Jamaica. Posteriormente va a Ecuador, su país natal, en donde se revoca su pasaporte y vuelve al exilio en Perú. Allí muere la mujer que dijo: “Vivo adoré a Bolívar, muerto lo venero”, siendo incapaz de cobrar la dote entregada por su padre al momento de su matrimonio, sumergida en la pobreza y severamente criticada por su actitud extrovertida y provocadora para la época, así como por la influencia política que llegó a ejercer. Más de un siglo después de su muerte “Manuelita” ha sido reivindicada y reconocida por su valor en la guerra de independencia de América del Sur.

Constance Lloyd

Constance Lloyd, recordada por algunos como la esposa de Oscar Wilde, considerado uno de los escritores y dramaturgos más destacados de Inglaterra, aceptó en silencio el distanciamiento y la homosexualidad de su compañero sin solicitar el divorcio. Después del encarcelamiento de Wilde por “indecencia grave” (homosexualidad) cambió su apellido de casada y el de sus hijos a Holland, para proteger a su familia del escándalo, pero nunca dejó de amar a su esposo, incluso lo visitó en la cárcel. Su dolor y soledad lo cubrió sumergiéndose en el espiritismo así como impulsando el feminismo, además de desempeñarse como periodista y escritora de cuentos para niños. Aceptó que ella nunca fue amada por su esposo y que el verdadero amor de éste era el joven Lord Alfred Douglas. Es recordada como una mujer que a pesar de ser eclipsada por su famoso esposo, ella aún consideraba que “amarlo demasiado es mejor que odiarlo”.

Las historias de estas cuatro mujeres son caracterizadas por la soledad, el sufrimiento y el amor intenso aún después de la muerte de sus compañeros. Como lo escribió Norvin Norwood “cuando estar enamorada significa sufrir, estamos amando demasiado”.

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