Foto por Ezequiel Becerra / AFP

Las ex presas políticas nicaragüenses quienes fueron torturadas sexualmente durante la reclusión en su país de origen, cargan un pesado sufrimiento emocional que incide, como sentimiento actual, en los diferentes aspectos de su vida.

Quienes se exiliaron en la limítrofe Costa Rica, enfrentan el hecho de que su desplazamiento fue la única manera de salir del ambiente de represión que impera en Nicaragua, y quienes permanecen en ese país, son objeto de hostigamiento.

Al analizar las consecuencias psicosociales de la tortura en general, y en particular de la sexual, una experta cuya identidad no fe revelada, por razones de seguridad personal, explicó, a un Tribunal de Conciencia que, del 8 al 11 de este mes, en San José, la capital costarricense, aborda el tema, que, lo mismo en un país en que otro, las víctimas experimentan la ruptura de sus respectivos proyectos de vida.

Esas mujeres, “indican un sufrimiento emocional significativo”, lo que implica que el trauma por el que pasaron se constituye en “un sentimiento actual”, planteó.

“Es decir: la tortura sexual, para las víctimas, no ha quedado en el pasado, porque sigue inscrita en su cuerpo, y sigue apareciendo, a través de toda esta sintomatología, y esto afecta todos los ámbitos de su vida”, indicó, al dar a conocer los resultados del peritaje, cuya investigación encabezó, para el tribunal creado, por la costarricense Fundación Arias para la Paz y el Progreso Humano, para tratar, como tema central, la “Violencia sexual: crímenes de lesa humanidad en Nicaragua”.

“También vemos la influencia de las condiciones posteriores a la tortura sexual”, agregó.

En ese sentido, señaló “el desplazamiento forzado -en el caso de las personas que están exiliadas en Costa Rica-, y el asedio y el hostigamiento permanentes -en Nicaragua-, profundizan la ruptura del proyecto de vida, y las secuelas traumáticas -como el miedo y el estado de alerta permanentes-“.

La experta hizo así alusión a la represión selectiva antiopositora que tiene ,lugar en Nicaragua, en el marco de la violenta crisis sociopolítica que golpea, hace algo más de dos años, al país centroamericano.

La represión -policial y paramilitar- inició como acción generalizada, para combatir las masivas manifestaciones que caracterizaron los meses iniciales de la dramática situación, actividades que se llevaron a cabo para dar apoyo a la exigencia de renuncia por parte del presidente Daniel Ortega y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo.

Respecto a las pesadas secuelas de la tortura sexual, la expositora señaló que “los daños (se) irradian a la familia y a la sociedad, en particular a los niños y niñas (…) que han sufrido pérdida, separaciones, y la desarticulación de la vida social y familiar”.

También relató que, al cierre de una sesión de trabajo con víctimas, en el marco de la investigación para el peritaje, una de las participantes preguntó: “cuándo empieza, una, a sentirse mejor?”.

En opinión de la experta, para ayudar a las ex presas políticas violadas, es necesario generar apoyo en diferentes dimensiones.

“Se trata (…) de cómo generamos condiciones sociales, políticas, institucionales que puedan garantizar el derecho a la rehabilitación de las víctimas, para que puedan sobreponerse, para que puedan reconstruir su proyecto de vida, que les ayude a dar sentido a estos momentos traumáticos” por los que pasaron en prisión, indicó.

“Estas medidas de reparación deben realizarse en un contexto de transición a la democracia”, además de que es necesario, en esa coyuntura, “contemplar la participación de las víctimas, en el proceso de transición, y en el diseño de las medidas de reparación”, reflexionó, para aclarar que la idea consiste en “que las víctimas tengan una voz en ese proceso de transición”.

“También apuntamos hacia un programa administrativo de reparación integral del daño”, planteó.

“Esto significa que, en un futuro Estado Democrático de Derecho, se construya una política pública que reconozca a un gran universo de víctimas de tortura, y de tortura sexual, y se desarrollen las políticas y las medidas institucionales de rehabilitación que incluyan la atención física, y la atención en salud física y mental, y la ayuda humanitaria”, sugirió.

Es necesario establecer, igualmente, “las condiciones para el retorno, digno y seguro, de las personas que se encuentran exiliadas”, continuó señalando.

La experta hizo así alusión al masivo éxodo de nicaragüenses quienes, principalmente por razones de seguridad personal, han decidido trasladarse fuera del país.

La abrumadora mayoría de las decenas de miles de personas quienes han optado por el exilio, se ha desplazado, principalmente por tierra, a Costa Rica, con la intención de solicitar refugio.

Una proporción considerable de ese éxodo está constituido por ex presos políticos, incluidas numerosas mujeres.

En alusión a la precaria situación económica y laboral que un alto número de esos nicaragüenses enfrenta, la experta dijo que ello se suma, en el caso de las víctimas de tortura sexual, a lo que describió como estrés postraumático.

Pero una combinación de dignidad y convicción se ha constituido en componente clave en el permanente esfuerzo por hacer frente a esa permanente tensión, de acuerdo con lo que explicó.

“La tortura sexual busca inhibir la participación, de las víctimas, en la protesta, cambiar sus actitudes”, pero, por el trabajo realizado para la elaboración del peritaje, “vemos que en 50 por ciento no se modificó en nada”, aseguró.

“En general, hubo muy pocas modificaciones de las actitudes hacia la protesta, y eso, también, es congruente con lo que fuimos observando, de cómo las víctimas mantienen sus convicciones de haber participado en una protesta justa, haberse solidarizado con personas que estaban siendo injustamente agredidas, atacadas”, puntualizó.

“Y, por eso, queremos destacar la dignidad de las víctimas, y cómo la dignidad las mantuvo, incluso, frente a la amenaza de muerte que experimentaron en la tortura sexual”, indicó.

Al respecto, citó, textualmente, el fuerte testimonio proporcionado, para el peritaje, por una víctima de esa tortura: “si me van a matar, mátenme, pero yo no voy a dejar que mi dignidad la pisoteen. Si, de todos modos te van a matar, no tenés que bajar la frente ante ellos. Ellos no valen nada. Uno sigue valiendo donde quiera que vaya, y donde, cualquier cosa que te haya pasado, o que te hayan hecho, no cambia lo que vos sos en tu interior”.