Aumenta a 33.8% las candidatas mujeres para los comicios programados para el próximo fin de semana en Brasil, pero la presencia en cargos de elección sigue siendo baja

Las brasileñas lograron en 1932 el derecho al voto, y en los comicios programados para el próximo fin de semana, constituyen casi cuarenta por ciento de los electores, no obstante, su presencia en los cargos de elección popular es marcadamente baja.

Esto se refleja en factores tales como que, en doscientos años de independencia, solamente una mujer ha ejercido la presidencia en el territorialmente mayor país latinoamericano -la ex guerrillera Dilma Rousseff (2011-2015, 2015-2016)-.

Otro ejemplo es el ámbito legislativo, en el cual apenas seis de los 81 escaños en el Senado -un 17 por ciento- tienen titular femenina, al tiempo que la proporción en la Cámara de Diputados es de 77 entre 513 -alrededor de 10 por ciento-.

Entretanto, para las elecciones generales a llevarse a cabo el 2 de octubre, las candidatas presidenciales son cuatro -en el total de once-, mientras las aspirantes a la vicepresidencia son apenas tres.

Entre las primeras, solamente una es afrodescendiente -Vera Lúcia, postulada por el trotskista Partido Socialista de los Trabajadores Unificado (Pstu)-, y entre las segundas figuran una afrobrasileña -Samara Martins, promovida por la Unidad Popular (UP), también conocida como Unidad Popular por el Socialismo (UPS)-, y una indígena -Künã Yporã Tremembé, compañera de fórmula de Lúcia-.

El Pstu, es una organización política de ideología trotskista -una tendencia del marxismo-, mientras que la UP es una fuerza de extrema izquierda.

No obstante la variedad de opciones a la primera magistratura, las encuestas de intención de voto reducen a dos aquellas con posibilidad de triunfo: el ex sindicalista y ex presidente (2003-2007, 2007-2011) Luiz Inácio Lula da Silva, y presidente en ejercicio, el misógino capitán retirado Jair Bolsonaro -quien busca la reelección-

El electorado femenino constituye un 53 por ciento del total de los votantes registrados, y una proporción considerable de ese sector aborrece al ultraderechista mandatario, quien se caracteriza -ostensiblemente- por el menosprecio hacia las mujeres, y el machismo, en términos generales.

Según cifras dadas a conocer el 1 de setiembre, por la firma encuestadora brasileña Datafolha -del Grupo Folha, que, entre otros medios, administra el periódico Folha de São Paulo-, Da Silva -por el izquierdista Partido de los Trabajadores (Partido dos Trabalhadores, PT)- reuniría 48 por ciento del electorado femenino, mientras Bolsonaro -del derechista Partido Liberal (PL)- obtendría 29 por ciento.

La precariedad socioeconómica que enfrenta un sector del amplio componente poblacional de jefas de hogar, constituye otro factor que minaría el plan continuista del altamente cuestionado actual presidente (2019-2023), y aportaría a la aspiración del popular ex mandatario.

Al analizar el contexto electoral presente, la politóloga Flávia Biroli, profesora de la Universidad de Brasilia (UnB), señaló el hecho de que, sin bien constituyen componente más numeroso de la población -alrededor de 51 por ciento de los aproximadamente 214 millones-, el segmento femenino es el menos representado en la titularidad de cargos de elección popular.

“Las mujeres somos mayoría, no minoría”, señaló, en declaraciones reproducidas el 12 de setiembre, por el medio de comunicación Brasil de Fato (Brasil en Realidad).

“Es muy común que, al hablar de la participación política de las mujeres, se refieran a ellas como una minoría”, aunque, en realidad, “son la mayoría en cuanto a demografía, población (…) son la mayoría del electorado”, y “también son casi la mitad de las personas afiliadas a partidos políticos, en Brasil”, agregó.

Sobre el último punto, citó datos del Tribunal Superior Electoral (TSE), de acuerdo con los cuales, la membrecía femenina constituye un 40 por ciento del total de integrantes de esas agrupaciones.

“Pero, cuando miramos la política en Brasil, vemos qué participación ocurre, cuando se definen las candidaturas, vemos quiénes son los elegidos, y, allí, la cantidad de mujeres es mucho menor que la participación como electoras y su porcentaje en la demografía brasileña”, precisó.

“Entonces, es muy interesante que, en una elección como la que tenemos ahora, en 2022, en cierto modo, es como si los candidatos hubieran descubierto a las mujeres”, señaló.

Ello, porque, obviamente, “no son minoría, y no son minoría ni demográficamente ni en el electorado, entonces ellas pesan en los resultados electorales”, comenzó a explicar.

Además, a causa de que, “desde 2018 viene estableciéndose una brecha de género en el voto”, algo que “venimos viendo (…) en las encuestas de aprobación del gobierno de Jair Bolsonaro”, siguió planteando.

En tal contexto, se evidencia “una situación, en los últimos años, de mucha precarización asociada, por ejemplo, a los hogares encabezados por mujeres”, indicó.

“El empleo de las mujeres es más precarizado y, en términos socioeconómicos, sus hogares, de los que son las principales proveedoras, están más empobrecidos”, agregó, como ejemplo.

Pero las brasileñas “también son las más afectadas por una serie de procesos recientes”, aclaró.

“Incluso antes del Covid-19, tenemos motivos para entender que los cambios en la legislación laboral, que retraen derechos, han perjudicado más a las mujeres que a los hombres”, aseguró.

En ese cuadro de situación, “el empleo de las mujeres se ha vuelto aún más precario que el de los hombres, y las mujeres se han encontrado en una condición de mayor dificultad para conciliar el trabajo y el cuidado, que es predominantemente responsabilidad de las mujeres, dada la división sexual del trabajo”, subrayó, a continuación.

Sobre este punto, dijo que, según datos de la Encuesta Nacional por Muestreo de Hogares (Pesquisa Nacional por Amostra de Domicílios, Pnad), del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (Instituto Brasileiro de Geografia e Estatistica, Ibge), “esto, en Brasil, y esto pasa, también, en buena parte de los países del mundo”.

“Entonces, las mujeres vienen sintiendo los retrocesos de derechos, y el retroceso en las políticas sociales que las afectan directamente, porque pertenecen a este universo de cuidado”, agregó.

“Menos recursos para guarderías, menos recursos para colegios, menos recursos para hospitales, todo esto afecta a las mujeres, y llega el Covid”, agregó, en alusión a la pandemia que estalló en el primer trimestre de 2021.

Se trata de quienes “tuvieron a sus hijos, en casa, con las escuelas cerradas, por más tiempo que en la mayoría de los países, sin una respuesta adecuada por parte del gobierno federal, ni que hablar respecto a las condiciones sanitarias, para mantener su salud en un período de tragedia tan extendida como fue la brasileña”, puntualizó.

“Considerando el hecho de que son ellas quienes se responsabilizaron por los niños, particularmente durante el período en que las escuelas estaban cerradas, el Ministerio de Educación asumió poca responsabilidad por la situación”, denunció.

El factor racial también incidió en esa situación, ya que, “si miramos los datos, y vemos quiénes eran las mujeres que más dificultad tenían para buscar trabajo, vemos que eran las mujeres negras”.

Sin embargo, al desagregar datos según género, en términos globales, se evidencia que “las mujeres, en relación con los hombres -incluidas las mujeres blancas-, tuvieron mayores dificultades para buscar trabajo durante este período”.

En opinión de la politóloga, los componentes de tal entramado de realidades socioeconómicas fueron puestos en plena evidencia en el contexto del proceso electoral en marcha.

Ello, a causa, de, “por un lado, la falta de responsabilidad del gobierno sobre las condiciones en las que las mujeres pueden trabajar al mismo tiempo que mantienen su responsabilidad, primordial en nuestra sociedad, por el cuidado”, dijo.

Por otra parte, en el campo de participación en la actividad política, la desigualdad de género es agudizada por la hostilidad machista, que llega a niveles criminales, planteó.

Biroli expresó, al respecto, la necesidad de erradicar esa variante de violencia contra mujeres, resultante del dominio patriarcal también en esa esfera de actividad. “Necesitamos poner esto como una meta”, recomendó.

“Las mujeres no pueden, por participar en política, tener como costo la tremenda violencia que han sufrido”, reflexionó la educadora.

Dijo, a continuación, que “la violencia política de género es algo que se viene dando en diferentes partes del mundo, como reacción a la mayor participación de las mujeres en la política y también a la presión de las mujeres por una mayor participación”.

“Brasil es uno de los países del mundo con las tasas más bajas de representación política de la mujer en los parlamentos”, denunció, para señalar que, “también, en los puestos ejecutivos tenemos una representación muy baja”, situación ante la cual “hay una fuerte presión por la participación”.

La experta aseguró, asimismo, que, para combatir esa manifestación de la desigualdad de género, “tenemos que observar -y esto aún nos falta investigar más- los patrones que asume esta violencia en un contexto de auge de la extrema derecha en el país”.

Lo mismo, en cuanto a “los patrones que asume la violencia política de género, en un contexto en el que la extrema derecha ha sido, de hecho, quien orquesta las gramáticas que asume esta violencia.

“A mi entender, esta violencia ha afectado, preferencialmente, a mujeres con ciertas características: mujeres activistas, mujeres negras, mujeres trans, porque son vistas como doble, triplemente desviadas”, planteó.

“Son mujeres en política, desafían el estatus quo, son activistas que cuestionan el racismo y la violencia en los territorios –pensemos en Marielle Franco–, y desafían, en el caso de las mujeres trans, el binarismo sexual y la heteronormatividad”, precisó.

Biroli hizo, así, referencia a la concejala, líder afrobrasileña, feminista, y -como lesbiana- dirigente de la comunidad sexualmente diversa, asesinada el 14 de marzo de 2018.

Franco era concejala por el izquierdista Partido Socialismo e Liberdade (Partido Socialismo y Libertad, Psol), y era una firme defensora de los derechos de poblaciones socialmente discriminadas.

También se oponía firmemente a la política de represión policial que -también aplicada por el gobierno del entonces presidente brasileño, el también derechista Michel Temer, antecesor inmediato de Bolsonaro-, para combatir la criminalidad.

Nacida en Mar, una de las favelas (barrios habitados por personas de escasos recursos) de la oriental y costera ciudad de Río de Janeiro -considerada como una de las más violentas del país-, Franco, de 38 años, fue asesinada a balazos mientras se hallaba en su automóvil, en una calle del centro de esa ciudad, junto a Anderson Gomes -el conductor del vehículo-.

El doble homicidio generó, de inmediato, manifestaciones de repudio a nivel nacional.

Foto: Matteus Bernardes