La discriminación de género continúa avanzando en algunos países del mundo, en donde la represión, la violencia y la desigualdad se acentúan en vez de retroceder

 

Ya no me sorprende oír comentarios de personas que afirman que las mujeres han avanzado lo suficiente en Derechos Humanos, al punto de igualar en acciones, condiciones y oportunidades a los hombres, y hasta de haberlos superado. Presuntamente los tratados internacionales, leyes y normativas nacionales relacionados a los derechos de las mujeres han generado discriminación hacia los hombres. ¡Que lejos están de la realidad las y los que hacen este tipo de afirmación!

Sin entrar a temas comunes de desigualdad en la política, puestos gerenciales, acceso a fuentes de riqueza, propiedad, crédito y reconocimiento y distribución del trabajo doméstico y de cuido, a nivel mundial, parece que el tiempo se detuvo -y en algunos casos retrocedió- en el avance de la igualdad de género.

No se trata de situaciones aisladas, sino de realidades retrógradas que están marcando la vida de miles de mujeres en muchas partes del mundo.

Recientemente el Gobierno de Unidad Nacional de Libia impuso el requisito a las mujeres y niñas de viajar fuera de este país solo acompañadas por un “mahram”, que es un familiar masculino o tutor.

Hace unos meses el Gobierno teocrático de Irán intensificó la represión contra la población femenina utilizando cámaras en lugares públicos con tecnología de reconocimiento facial, para vigilar el uso correcto del hijab (velo). En un lapso de dos meses más de un millón de mujeres recibieron mensajes de texto con reprimendas sobre su conducta y amenaza de ir a prisión por la violación a esta ley.

Los Talibanes en Afganistán, implementaron la prohibición del trabajo femenino fuera de sus hogares; la excepción son las pocas doctoras y enfermeras que existen solo para atender mujeres. Además de las prohibiciones de reír en voz alta, utilizar tacones, practicar deportes, montar bicicleta, etc., según la UNESCO, este es el único país en el mundo que en la actualidad ha suspendido el acceso de las niñas y las mujeres a la educación.

En la franja de Sahel, al norte de áfrica, debido a la hambruna, las niñas son las principales víctimas de prácticas sociales machistas como el matrimonio y trabajo infantil y la explotación sexual, ya que las familias optan por “salir de ellas” de cualquier forma, para reducir el número de bocas que alimentar.

Pero no creamos que nuestro continente es inmune al retraso en la igualdad de género. En la primera mitad de 2023 los secuestros de mujeres en Haití, por parte de pandillas criminales, triplicaron los del 2021. En la mayoría de los casos, el móvil del secuestro por parte de los grupos armados es utilizarlas con fines económicos o tácticos.

Todos estos datos (y podría añadir otros en donde el aumento de la desigualdad de género es ascendente) son representativos del común denominador de las mujeres en Libia, Irán, Afganistán, Sahel y Haití: ¡discriminación!