Los maniquíes de las tiendas en Afganistán, son decapitados o sus cabezas son cubiertas, como parte de la brutalidad con la que gobierna la dictadura teocrática talibana
La nueva disposición, enmarcada en la distorsionada interpretación del Corán -el libro sagrado musulmán-, llevó la aplicación de la Sharia -legislación islámica- a un nivel sorprendente, justificado por el régimen en el sentido de que esos muñecos con forma humana podían ser objeto de deificación y adoración.
Aziz Rahman, representante del Ministerio de la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio en la ciudad de Herat –capital de la noroccidental provincia afgana de igual nombre, a su vez, limítrofe con Irán y con Turkmenistán-, se refirió, en diálogo con la AgenceFrance Presse (AFP), a la medida, inmediatamente después de impuesta.
“Hemos pedido, a los comerciantes, que corten la cabeza de los maniquíes, porque (su exposición habitual) va contra la sharia”, indicó, para explicar, a continuación -a manera de advertencia-, que, “si solamente cubren la cabeza, o esconden, completo, el maniquí, el ángel de Alá no entrará en su comercio o casa y los bendecirá”.
Inicialmente, numerosos comerciantes procedieron a acatar la nueva orientación de la dictadura.
Esa obediencia, fue registrada en videos –viralizados en redes sociales-, mostrando, a propietarios de tiendas de ropa, decapitando, con sierras, esas estructuras de apariencia humana -lo mismo femeninaque masculina, ya que la demencial medida se refiere a ambas variantes-.
Sin embargo, dueños de ventas de ropa, en proporción considerable, expresaron, a medios de comunicación internacionales, oposición, desde el inicio, a la nueva arbitraria decisión.
Ello, por tratarse de la destrucción de muñecos cuyocosto -50 dólares, en promedio, por unidad- es elevado en el contexto de la severa crisis socioeconómica, política, de derechos humanos, y humanitaria que golpea a ese país asiático, además de que la medida afecta, perjudicialmente, las ventas.
Al hacer referencia al costo de los símiles de humanos, el comerciante Basheer Ahmed, expresó que, “de todos modos, les hemos cortado las cabezas”, para, de inmediato, preguntar: “cuando no hay maniquíes, cómo se supone que venderemosnuestros productos?”.
Ante la resistencia a esa medida, el régimen redujo la severidad de la insana medida, permitiendo que, en lugar de removerla, se cubra la cabeza de los maniquíes.
Esta decisión del misógino régimen religioso demuestra que la supuestamente estricta interpretación talibana del Corán -y, puntualmente, de la Sharia- es, en realidad, antojadiza -y que, por lo tanto, la dictadura la aplica según le convenga-.
En ese sentido, otro propietario de tienda, identificado solamente como Aziz, denunció que agentes del ministerio “visitan, constantemente, las tienda y los centris comerciales, para asegurarse de que los maniquíes están decapitados o cubiertos”.
Además, cuestionó el planteamiento del régimen, en cuanto a la presunta deificación de los muñecos.
En ese sentido, Aziz aseguró que “en todos los países musulmanes, los maniquíes se utilizan para exhibir ropa”, además de que, obviamente, “todo el mundo sabe que los maniquíes no son ídolos, y que nadie va a adorarlos”.
La dictadura talibana se caracteriza por violar los derechos humanos, en general, con particular ensañamiento en los de la población femenina.
Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el grupo fundamentalista islámico Talibán estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio del país asiático.
La violenta administración talibana -caracterizada por despiadadas violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar internacional, encabezada por Estados Unidos.
No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.
Tras el retiro, a mediados de 2021, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la intervención-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto del año pasado, el control de Kabul -por lo tanto, del país-.
Desde que asaltó el poder, la dictadura teocráticaimpone, brutalmente, la anulación de los derechos de las mujeres.
En agosto de 2021 -un año después de la instalación del misógino régimen talibán, la no gubernamental Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (Revolutionary Association of the Women of Afghanistan, Rawa) difundió una lista de prohibiciones y castigos.
Fundada en 1977, como organización femenina sociopolítica independiente, Rawa se describe, en su sitio en Internet, como una agrupación que defiende los derechos humanos y la justicia social en el país.
La nómina difundida por Rawa, y reproducida por medios de comunicación internacionales, consiste en:
“1. Completa prohibición del trabajo femenino fuera de sus hogares. Sólo unas pocas doctoras y enfermeras tienen permitido trabajar en algunos hospitales en Kabul.
2. Completa prohibición de cualquier tipo de actividad de las mujeres fuera de casa a no ser que estén acompañadas de su ‘mahram’ -parentesco cercano masculino como padre, hermano o marido-.
3. Prohibición de cerrar tratos con comerciantes masculinos.
4. Prohibición de ser tratadas por doctores masculinos.
5. Prohibición de estudiar en escuelas, universidades o cualquier otra institución educativa -los talibanes han convertido las escuelas femeninas, en seminarios religiosos-.
6. Las mujeres han de llevar burka, que las cubre de la cabeza a los pies.
7. Las mujeres que no vistan acorde con las reglas talibanas, o aquellas quienes no vayan acompañadas de su ‘mahram’, son sometidas a azotes, palizas, y abusos verbales
8. Aquellas mujeres quienes no oculten sus tobillos, Azotes en público contra
9. Lapidación pública contra las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio.
10. Prohibición del uso de maquillaje.
11. Prohibición de hablar o estrechar las manos a varones que no sean su ‘mahram’.
12. Prohibición de reír en voz alta.
13. Prohibición de llevar zapatos de tacón, que pueden producir sonido al caminar -un varón no debe oír los pasos de una mujer-.
14. Prohibición de montar en taxi sin su ‘mahram’.
15. Prohibición de tener presencia en la radio, la televisión o reuniones públicas de cualquier tipo.
16. Prohibición de practicar deportes o entrar en cualquier centro o club deportivo.
17. Prohibición de montar en bicicleta o motocicletas, aunque sea con sus ‘mahram’.
18. Prohibición de llevar indumentarias de colores vistosos. En términos de los talibán, se trata de ‘colores sexualmente atractivos’.
19. Prohibición de reunirse con motivo de festividades o con propósitos recreativos.
20. Prohibición de lavar ropa en los ríos o plazas públicas.
21. Modificación de toda la nomenclatura de calles y plazas que incluyan la palabra ‘mujer’.
22. Prohibición a las mujeres de asomarse a los balcones de sus pisos o casas.
23. Opacidad obligatoria de todas las ventanas, para que las mujeres para que las mujeres no puedan ser vistas desde fuera de sus hogares.
24. Prohibición a los sastres de tomar medidas a las mujeres y coser ropa femenina.
25. Prohibición del acceso de las mujeres a los baños públicos.
26. Prohibición a las mujeres y a los hombres de viajar en el mismo autobús. Los autobuses se dividen ahora en ‘sólo hombres’ o ‘sólo mujeres’.
27. Prohibición de pantalones acampanados, aunque se lleven bajo el burka.
28. Prohibición de fotografiar a mujeres.
29. Prohibición de la existencia de imágenes de mujeres impresas en revistas y libros, o colgadas en los muros de casas y tiendas”.
En referencia a la misógina política que, en materia de género, el régimen talibán implementa en Afganistán, algunas mujeres locales han descrito, en diferentes momentos, y con incuestionable precisión, a medios de comunicación internacionales, lo que está ocurriendo hace dos años y cinco meses en su país de origen.
Una estudiante universitaria afgana, de 23 años, dijo, al día siguiente de instalado el régimen, que “los talibanes son como animales, no entienden el Corán”, además de que “no entienden qué es Afganistán”, lo que obedece a que “muchos, ni siquiera son de aquí”, además de que suelen padecer “delirios y problemas mentales”.
Más recientemente, en noviembre de 2022, algunas afganas fueron críticas de las prohibiciones, al tiempo que cuestionaron la base religiosa esgrimida por la dictadura talibana.
“No hay escuelas, no hay trabajo”, contexto en el cual “estamos aburridas y agotadas de estar en nuestras casas, todo el día”, aseguró una mujer identificada solamente como Wahida, que subrayó que “nuestras cabezas están cansadas”, a causa de la política misógina talibana, aseguró.
Por su parte, la dirigente feminista Munesa Mubarez, denunció que la población femenina afgana es rehén de la dictadura, y que la política machista del grupo talibán carece del misticismo que el gobierno pretende infundirle.
“Estas restricciones son como secuestrar a alguien”, reflexionó, para, de inmediato, subrayar que, al observar la arbitrariedad patriarcal del régimen, “no cabe un enfoque religioso ni humanitario”.
Respecto a la aplicación de esa política, a los maniquíes, una mujer identificada únicamente como Raima, expresó, a la agencia informativaestadounidense The Associated Press, que, “cuando los veo, siento que estos maniquíes también están capturados y atrapados, y tengo una sensación de miedo”, porque “siento que me veo, a mí misma, detrás de estos escaparates, una mujer afgana a la que han privado de todos sus derechos”.
Foto: Mural de Shamsia Hassani, California, Estados Unidos.