Una catracha quien, a los dieciséis años, decidió -al igual que miles de compatriotas- salir de Honduras, su país de origen, para buscar las oportunidades que allí no encontraba, se ha convertido en una exitosa trailera, en Estados Unidos.
Su escala inicial fue México, país de residencia de su madre, desde donde se desplazó, por tierra, hacia Estados Unidos, enfrentando los riesgos y las monumentales incomodidades que ello implica para los miles migrantes indocumentados provenientes del Triángulo Norte de Centroamérica -El Salvador, Guatemala, Honduras-, quienes procuran dejar atrás pobreza y violencia extremas, buscando cumplir “el sueño americano”.
Lograr esa meta ha sido, en general, difícil, pero, desde que el derechista Donald Trump ocupa la presidencia de Estados Unidos, el objetivo se ha convertido en inalcanzable.
La política xenofóbica y racista de la actual administración -próxima a finalizar, en principio, en enero- ha cerrado la frontera sur estadounidense -el límite terrestre, que se extiende 3155 kilómetros, con México- para decenas de miles de personas quienes cubren el trayecto de unos cuatro mil kilómetros, en promedio, que inicia en el Triángulo.
Caracterizados por Trump como delincuentes peligrosos para la seguridad nacional -quienes provienen, según la definición trumpiana, de “países de mierda”-, los migrantes quienes logran cruzar la frontera son detenidos al ingresar a territorio de Estados Unidos.
Niños y niñas de diversas edades, son arrancados de su núcleo familiar, para ser enjaulados -en algunos casos, en instalaciones militares-, lo mismo que los numerosos menores quienes viajan solos.
Mujeres y niñas son, además, sometidas a abuso sexual, lo que incluye, para las adultas, en algunos casos de extrema violencia de género, someterse, forzadamente, a la intervención quirúrgica de histerectomía (extirpación del útero).
La hondureña Andrea Ochoa logró su ingreso, a territorio de Estados Unidos, antes de la implementación de esa política de terror, y si bien fue detenida por agentes migratorios, logró regularizar su situación, lo que le ha permitido, ahora, tramitar la ciudadanía del país donde, hace años, reside y trabaja.
Tras un breve período en México, decidió, junto con una tía, migrar a Estados Unidos, según relató al diario hondureño La Tribuna.
“Tenía una tía que tenía planes para venir a los Estados Unidos”, narró, en las declaraciones publicadas, el 12 de octubre, por el periódico cuya edición matutina tiene cobertura nacional.
“Entonces, ella me convence y me dice: ‘sí, vámonos, mira que así nos acompañamos las dos, las dos somos mujeres y así nos cuidamos una a la otra, yo te voy a cuidar’”, siguió relatando.
Establecido el plan, lograron, mediante aportes de familiares, el dinero necesario para llegar a la frontera México-Estados Unidos, e irregularmente cruzarla.
Pero el viaje, por tierra, fue extremadamente difícil.
Ochoa recordó que, en numerosos momentos sintió que, por agotamiento, no le sería posible continuar el camino.
Sin embargo, ambas formaban parte de un grupo de migrantes indocumentados, en el cual eran las únicas mujeres, agregó.
La joven -actualmente de 23 años- señaló que, en ese complejo cuadro de situación, los hombres optaron por protegerlas y ayudarlas a seguir el viaje, hasta llegar a destino.
Pero, ya en territorio de Estados Unidos, la situación se complicó de otra manera, cuando “la migra” (agentes de la autoridad de migración de ese país) los descubrió.
“Cruzamos la frontera, y, pues lamentablemente, al grupo con el que yo iba, a todos, nos detuvo migración”, narró.
Fue un “viaje muy triste la verdad”, reflexionó, para agregar que “hubieron ocasiones, en mi viaje, en el que ya no podía caminar o correr, ya no tenía fuerzas para hacer nada, yo pensaba que me quedaría en cualquier parte del camino”.
“Gracias a Dios, las personas con las que iba -que eran puros hombres, y nada más de mujeres mi tía y yo-, nos cuidaron”, expresó.
“La verdad que teníamos miedo que nos hicieran daño, porque éramos las únicas mujeres, pero, gracias a Dios, estas personas nos iban cuidando muchísimo, a nosotras dos”, reconoció, además de asegurar que “yo, siempre, los voy a recordar, porque esas personas me cargaron en algunas áreas para no dejarme tirada en cualquier lugar”.
Durante la entrevista de rigor, Ochoa relató que su padre falleció cuando ella tenía nueve años, y que su madre no residía en Honduras, razón por la cual las autoridades migratorias estadounidenses quienes realizaron el interrogatorio determinaron que se trataba de una menor abandonada.
Al indicar que “el país se hizo cargo de mí”, la joven dijo que “estuve, durante tres meses, en una casa hogar, que se puede decir que fue como vivir en un internado, y, de ahí, me mandaron a una familia que trabajaba para el Estado”.
Habiendo llegado a la mayoría de edad, Ochoa se asentó en la ciudad de Grand Rapids, en el norteño estado de Michigan.
Allí estudió, y, actualmente está aguardando que se le otorgue la ciudadanía estadounidense.
En cuanto a su opción por convertirse en conductora de tráiler, dijo que surgió cuando vio a una mujer desempeñándose en esa línea de trabajo.
“Tengo todavía esa imagen de ella, cuando la vi y me llamó la atención”, aseguró.
“Entonces, dije: ‘si ella puede, por qué yo no?’, y empecé a buscar información en las redes sociales”, narró, a continuación.
“Empecé a buscar, en Google, qué era lo que se hacía, cómo se hacía, en qué consistía, y dije: ‘yo creo que tengo que intentarlo’”, agregó, para confesar que “tenía miedo, la verdad”.
Ochoa dijo que su convicción respecto al empoderamiento de las mujeres la llevó a inscribirse en una escuela de conducción de esos vehículos pesados.
Recordó que, allí, tuvo que superar dos desafíos: ser mujer en un ámbito tradicionalmente masculino, y aun no tener pleno dominio del inglés.
“El inglés no es mi primer idioma, así que no sabía del todo inglés, no sabía lo que era, del área de mecánica, absolutamente no sabía nada, y ese era mi miedo”, indicó.
La joven dijo que, inicialmente, se preguntó: “cómo me voy a anotar a una clase para aprender a manejar camiones cuando yo no sé cómo se dicen las partes de un camión en inglés?”.
Pero, con fuerza de carácter, logró superar las dudas, y, avanzando en la capacitación, se apoyó, nuevamente, en el buscador Google, para aprender, en español y en inglés, los nombres de las piezas de un tráiler, así como de los diferentes procedimientos mecánicos, según siguió relatando.
“En el curso solo éramos dos mujeres, ambas hondureñas”, precisó.
“Nos costó más que a los demás, porque éramos las únicas que no manejábamos bien el inglés, entonces era como un doble esfuerzo”, planteó.
Y recordó que, ambas, se convirtieron -hasta ahora- en las únicas hondureñas quienes aprobaron el curso en esa escuela.
El año pasado, a la edad de 22, obtuvo empleo en una empresa de transporte de carga pesada.
“Todos se asombran al verme, y me decían que no era trabajo para mí, que mejor debería estar en un banco, o una oficina haciendo algo más suave para una mujer, pero eso no es lo mío”, dijo, al respecto.
Y compartió su objetivo de constituir su empresa de transporte de carga, la que dijo que espera establecer “con la ayuda de Dios” quien, aseguró, la ha ayudado a “seguir adelante en todo momento”.
Sobre la base de su experiencia, y en cuanto al empoderamiento femenino, la joven catracha indicó que “hay tantas cosas que siempre tengo por decirle a las mujeres, y una de esas es el poder luchar por lo que queremos, no permitir por nada en el mundo que alguien venga y nos diga que no podemos”.
“Porque, en verdad somos capaces de poder hacer muchísimas cosas que ni nosotras imaginamos que podemos hacerlas, y somos capaces de mucho más”, dijo, a continuación.
En ese sentido, al hacer referencia a su caso -de ejemplar carácter, de tenaz voluntad, de fuerte capacidad para superar dificultades-, habla, de la actividad por la que exitosamente ha optado, en términos que reflejan liberación luego de haber superado dificultades en gran escala -tales como la pobreza, la violencia, el machismo que caracterizan a Honduras, la difícil jornada como migrante irregular, las naturales dudas antes de incursionar en un ámbito “de hombres”-.
Y agregó que, “cuando uno siente amor a algo, y a lo que hace con entusiasmo, puede disfrutarlo”.
Conducir un tráiler, “se ha vuelto algo inexplicable para mí”, aseguró, para reflexionar: “cuando yo estoy al volante de un camión, me siento como que estoy en una aventura”.