El criminal fallecimiento de la joven Mahsa Amini, desencadenó protestas populares con acciones de desobediencia social, como el encendido de fogatas para despojarse de los hijabs y lanzarlos a las llamas
Las mujeres están rebelándose, en Irán; se oponen a la arbitrariedad de la teocracia que gobierna, desde 1979, al país del oeste asiático.
El criminal fallecimiento de la joven kurda fue el inmediato desencadenante de protestas populares -mayoritariamente integradas por mujeres, y con participación de hombres-.
Inicialmente llevadas a cabo en sectores capitalinos, con el transcurso de días, las manifestaciones se reprodujeron, rápidamente, en ciudades, a nivel nacional.
Uno de esos escenarios de insurrección fue Saqqez, de donde Amini era oriunda, en el occidente iraní, fronterizo con Afganistán -país en el cual una dictadura fundamentalista impone, también brutal y arbitrariamente, la legislación islámica, en particular la referida a las mujeres-.
Las manifestaciones iraníes fueron lanzadas con el objetivo central de protestar contra la imposición de medidas violatorias de los derechos, impuestas por la dictadura religiosa que gobierna, hace 43 años, a la nación del oeste asiático.
En tal contexto miles de mujeres se han lanzado a las calles, para, enérgica y desafiantemente, repudiar la brutalidad de la Gasht-e Ershad, lo mismo que la manipulación del contenido del Corán -libro sagrado del Islam- por parte del régimen.
Las participantes en las acciones de desobediencia social, han encendido fogatas, despojándose de sus respectivos hijabs, para lanzarlos a las llamas -algunas manifestantes, bailando, frente al fuego, al hacerlo-. También han optado por, públicamente, cortarse el cabello.
Tales acciones insurreccionales son acompañadas por consignas, coreadas enérgicamente, contra el régimen -Khamenei, en particular-.
En el marco de varias demostraciones -incluidas las llevadas a cabo en Saqqez-, manifestantes han destruido retratos del ayatola, colocados, por el régimen, en vía pública.
Ello, al ritmo de, particularmente, un eslogan coreado multitudinariamente y con fuerte énfasis: “muerte al dictador!”.
Además, la ira específica contra la “policía de la moral”, se ha traducido en la quema de vehículos de la fuerza represiva.
Las manifestaciones han sido brutalmente reprimidas por tropas de seguridad, acciones armadas que han resultado, más de 10 días después de estallada la desobediencia popular, en alrededor de 80 víctimas fatales, lo mismo que decenas de heridos -principalmente mujeres, además de una niña de 10 años-, de acuerdo con versiones periodísticas.
Las protestas han desbordado las fronteras nacionales, y están llevándose a cabo, también, en ciudades de diversos países, a nivel mundial -incluida América Latina-, donde, al igual que en Irán, se escucha el desahogo colectivo por décadas de opresión: “Mujeres, vida, libertad!”, “Justicia! Libertad! ¡No al hijab obligatorio!”.
Entre las numerosas pancartas portadas en las marchas, se han destacado las consistentes en una fotografía de Amini, con la leyenda -en inglés-, debajo de la imagen: “I am #Mahsa_Amini” (“Yo soy #Mahsa_amini”).
Relato de la detención y el asesinato
En tal contexto, Mahsa Amini, de 23 años, fue detenida, a mediados de setiembre, en Teherán, por agentes de la Gasht-e Ershad (Policía Guía, o Policía Orientadora) -fuerza de seguridad de control de la fe-.
Según los efectivos de la “policía de la moral” -como popularmente se conoce a esa fuerza represiva- Amini violó la estricta Ley sobre Hijab y Castidad, al llevar inadecuadamente puesto su hijab -según el delito que le fue tipificado-, porque no le cubría, completamente, el cabello.
Se trata de la legislación cuyo cumplimiento es responsabilidad de la Sede para el Ordenamiento del Bien y la Prohibición del Mal -algo así como un ministerio de la moralidad-.
La severidad en la aplicación de esa ley fue fortalecida, en agosto, mediante decreto del presidente Iraní, Ebrahim Raisi.
Al arrestarla, el 14 de setiembre en Teherán -la capital nacional-, los agentes policiales indicaron, a familiares de la víctima -a quienes terminaba de visitar-, que Amini sería sometida a una capacitación “educativa y de orientación”, en la sede central de la Gasht-e Ershad.
Testigos de la captura han denunciado que vieron cuando la víctima era severamente golpeada, dentro de la camioneta policial a bordo de la cual fue llevada.
El mismo día, la detenida -integrante del pueblo kurdo, una etnia iraní asentada en el sector occidental del país- fue conducida, en coma, a un hospital, donde falleció, dos días después.
La fuerza policial ha sostenido Amini sufrió, en custodia, un ataque cardíaco, o de epilepsia, lo que fue desmentido por la información oficial del centro médico, además de rechazado por la familia de Amini.
Dictadura religiosa
La dictadura religiosa impone, por la fuerza, su arbitraria interpretación de la legislación y las costumbres islámicas, violando las garantías fundamentales, en general, y con particular ensañamiento, los derecho de la población femenina.
Llegada al poder en 1979, la tiranía es encabezada por un líder supremo -actualmente, el ultraconservador ayatola (máximo sacerdote) Ali Khamenei-, la más alta autoridad gubernamental -con rango superior al presidente-.
Desde entonces, entre otras misóginas medidas, el patriarcado sacerdotal obliga, a las mujeres -y a las niñas, a partir de la edad de siete años- a usar hijab -prenda que cubre, la cabeza, hasta los hombros, de quien la usa-.
El propósito específico de este accesorio es el de cubrir el cabello -que, de acuerdo con lo establecido por la costumbre musulmana, las mujeres mantienen largo-.
Según lo determinado por el régimen, el hijab debe usarse ajustado a la cabeza -lo que, de no ser así, acarrea castigo-.