La brecha digital de género por lo tanto incide también en el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres y están presentes en todas las dimensiones en que participan en las tecnologías de la información y comunicaciones TIC
La brecha digital de género incluye todos los ámbitos en los que las mujeres tienen menos oportunidades para acceder, usar y participar en el ecosistema digital, así como en la creación y el desarrollo de las tecnologías de la información y comunicaciones (TIC) (CEPAL, 2019). En esta convergen desigualdades que condicionan el acceso, uso y apropiación de las tecnologías de la información y comunicación, pero también son un condicionante de las mismas. La relevancia de las TIC está no sólo en que permiten el intercambio de información, ideas y conocimientos, sino que a través de estos se puede acceder a otros derechos como la educación, el empleo, la salud, la justicia, entre otros.
La brecha digital de género por lo tanto incide también en el ejercicio de la ciudadanía de las mujeres. Las desigualdades de género están presentes en todas las dimensiones en que las mujeres y las niñas participan en las TIC. Enfrentan obstáculos para hacer un uso pleno de ellas debido a la falta de recursos económicos, menor disponibilidad de dispositivos e infraestructura, la falta de conocimientos y habilidades en materia de TIC, así como la percepción equivocada sobre la poca importancia que la tecnología tiene en sus vidas (EQUALS, 2019).
Un factor que contribuye a aumentar las desigualdades de género en materia digital es la sobrecarga de las tareas de cuidado no remunerado para la familia, que las deja con menos tiempo libre disponible para explorar el ciberespacio y desarrollar nuevas habilidades digitales (OEA, 2021).
El concepto de brecha digital se adoptó en la década de los noventa y hacía referencia al acceso a internet. Esto se fue complejizando con el desarrollo de las tecnologías digitales y en la actualidad se distingue entre ese primer nivel de brecha digital y un segundo nivel, relacionado con el uso y la intensidad de uso de Internet, es decir, el desarrollo de las habilidades necesarias para la vida y el trabajo en las sociedades del conocimiento. Un tercer nivel se define por la brecha en los resultados que obtienen los individuos a partir de su conectividad. En los niveles segundo y tercero, la brecha digital se agudiza en términos de género (CEPAL, 2013b; Castaño y otros, sf). A nivel global, menos mujeres que hombres usan la Internet. De acuerdo con la Unión Internacional de Telecomunicaciones, en 2019 un 48% de las mujeres en el mundo tenían acceso a internet, en comparación con el 55% de los hombres (ITU, 2020). La probabilidad de que los hombres se conecten en línea es 21% mayor en comparación con las mujeres, y esta brecha aumenta al 52% en los países menos desarrollados.
Más preocupantes aún son los datos que muestran que a nivel global, la brecha de género en el acceso a internet se incrementó en 55% entre 2013 y 2019 (World Wide Web Foundation, 2020). Como consecuencia de la pandemia el uso de Internet se incrementó significativamente. El porcentaje de mujeres subió desde 48% en 2019 a 57% en 2020. El uso de Internet por parte de los hombres aumentó desde 55% a 62% en el mismo período. A nivel global, este incremento contribuyó a disminuir la brecha de género de conectividad en 2 puntos porcentuales. (ITU, 2020, 2021). La brecha digital de género no es homogénea, sino interseccional y afecta en mayor medida a las mujeres pobres, indígenas, afrodescendientes y rurales. La adopción de las nuevas tecnologías digitales acarrea evidentes beneficios personales y sociales.
A medida que aumentan los beneficios que obtienen las personas al estar conectadas a la red, el costo de no estarlo también se incrementa, potenciando la exclusión de las poblaciones que viven desigualdades por razones de género, origen social o territorial, raza o etnia. De tal modo, la brecha digital se estructura en torno a desigualdades preexistentes que limitan el acceso, uso y apropiación de las tecnologías. Restringen las posibilidades de inserción económica y las oportunidades que brinda el conocimiento, lo cual contribuye a la marginación de estos grupos de los procesos sociales que se generan a través de las TIC.
Quienes no tienen acceso a la tecnología digital, quedan también excluidos de servicios esenciales, información sobre salud, medios de vida o del ejercicio de sus derechos (CEPAL, 2019; Pedraza, 2021).
América Latina y el Caribe
En América Latina y el Caribe el acceso a los beneficios del Internet es desigual y se estima que 244 millones de sus habitantes no accede a servicios de internet (IICA y BID, 2020). De acuerdo con la CEPAL (2020) en 2019, el 66,7% de la población de América Latina tenía conexión a internet. El tercio restante se concentraba en hogares de menores ingresos y en zonas rurales. Un estudio de la CEPAL en 12 países de la región2 mostró que, en 2018, la mitad de los hogares sin conexión a internet se ubicaban en los dos quintiles más bajos de la distribución del ingreso. En promedio, un 81% de los hogares del quintil más alto (quintil V) tiene conexión a internet, cifra que cae al 38% para el primer quintil y 53% para el segundo quintil. Además, hay diferencias importantes entre países. En Brasil y Chile más del 60% de los hogares del quintil más bajo tiene conexión a internet, mientras que, en el Estado Plurinacional de Bolivia, Paraguay y Perú, el acceso de estos hogares a internet llega a solo el 3% de estos hogares. Las diferencias de conectividad entre la zona urbana y rural son también significativas.
A nivel regional, un 67% de los hogares urbanos tiene conexión a internet, lo que representa casi el triple de lo que alcanzan los hogares rurales (23%), situación que es aún más grave en países como Bolivia (Estado Plurinacional de), El Salvador, Paraguay y Perú, donde más del 90% de los hogares rurales no cuentan con conexión a internet (CEPAL, 2020a). Las personas adultas mayores tienen también grandes limitaciones de conectividad y se estima que apenas un 20% de las personas mayores de 75 años accede a servicios en línea (CEPAL y CAF, 2020).
Antes del inicio de la pandemia, el acceso a internet en América Latina y el Caribe oscilaba para los hombres entre el 88% (Uruguay) y 35% Cuba. Uruguay era también el país con mayor acceso a internet por parte de las mujeres (87%) y Guatemala observaba la menor cifra (34%). El Salvador, Guatemala y Perú registran las mayores brechas de género (sobre 10 puntos porcentuales) en el acceso a Internet, en tanto en Costa Rica, Argentina, Brasil, Jamaica, Ecuador, la República Bolivariana de Venezuela y Cuba esta es favorable para las mujeres. El acceso a teléfonos móviles es más alto, aunque también se observan importantes diferencias por país y brechas de género relevantes en El Salvador, Guatemala y Perú.
Foto: Anna Shvets