Lucía Hiriart, esposa de Pinochet, adquiere nueva notoriedad al cumplirse en cincuenta años del brutal golpe de estado en Chile, en donde ella jugó un papel destacado en actos delictivos y de lesa humanidad
El machismo ejercido por mujeres constituye una forma de traición de género, algo que empeora cuándo se combina, en contextos de ilegítimo poder absoluto, con abuso de autoridad, violación a los derechos humanos, corrupción.
Tal es el caso de la esposa de Augusto Pinochet, la chilena Lucía Hiriart, cuyo perfil adquiere nueva notoriedad al cumplirse, este mes, cincuenta años del brutal golpe de Estado que terminó con el gobierno (1970-1973) -y con la vida- del socialista presidente Salvador “Chicho” Allende.
De modo que poner en evidencia su complicidad en la dictadura (1973-1990), en este momento, es una manera de recordar la cruenta acción de la cual, ilegalmente lucraron Hiriart y Pinochet, y siguen lucrando sus hijos y sus nietos -como herederos de lo robado por la ex pareja gobernante-.
Trayectoria de complicidad
Su trayectoria como un gris suboficial y oficial del ejército chileno -proyectando la falsa imagen de militar inofensivo-, condujo, a Allende, a ascenderlo -el 23 de agosto de 1973, menos de un mes antes del golpe- a titular de la jefatura del ejército.
Ello, a propuesta del entonces jefe de esa fuerza armada, el general Carlos Prats, a quien la dictadura asesinó, el 30 de setiembre de 1973, en el exilio, en Buenos Aires -la capital argentina-.
Según relatos históricos, Pinochet se negaba a incorporarse a la conspiración golpista -ya consumada, y lista para implementarse, cuando Allende lo designó-, porque -proyectando, en el presidente, su propia criminalidad- temía que, si el golpe fracasaba, el mandatario los condenara a ser fusilados.
De acuerdo con esas fuentes, tres días antes de la fecha prevista, el general Gustavo Leigh Guzmán, jefe de la Fuerza Aérea de Chile (Fach) -uno de los principales autores materiales del crimen-, obligó a Pinochet a incorporarse, y a firmar un documento mediante el cual los conspiradores se comprometían a mantenerse unidos si fracasaban en su acción delictiva.
Sin embargo, como la comunicación entre los jefes golpistas se desarrollaba, la mañana del 11 de setiembre, vía el sistema de radio del ejército -la era cibernética no había iniciado-, a medida que la agresión fue teniendo éxito, el cobarde Pinochet empezó a envalentonarse, a dar órdenes, como igualado oportunista, hasta convertirse en el jefe de la sanguinaria movida.
Tal era su miedo, ante la perspectiva de fracaso, que envió, el 10 de setiembre, a su esposa -Hiriart (1923-2021)- y a dos de sus hijos -entonces menores de edad-, a una instalación en la Cordillera de Los Andes, cercana a la frontera con Argentina, para que se refugiaran en el país vecino.
Al inicio del sanguinario régimen, la represión produjo demenciales números -rápidamente crecientes- de presos políticos, lo que desbordó la capacidad del sistema carcelario, y convirtió, al Estadio Nacional “Julio Martínez Prádanos” -así designado en homenaje a un conocido periodista deportivo chileno-, en campo de concentración para miles de secuestrados por las fuerzas represivas.
Ese lugar fue escenario de brutales, y particularmente crueles violaciones a los derechos humanos -entre otras, detención ilegal, tortura, abuso sexual, ejecución extrajudicial-, que constituyen crímenes de lesa humanidad.
En tal contexto, dialogando, durante alguna actividad oficial, con periodistas, Hiriart explicó, a sus interlocutores, que debían tener en cuenta el espíritu deportivo de su esposo, quien encerraba, a los presos, en el estadio, en lugar de meterlos a las cárceles.
Con esa afirmación -en modo de broma machista/militar -, la codictadora empezó a mostrar quién, verdaderamente, era: una delincuente, actuando junto a marido, para convertirse -ambos- en millonarios.
Lograron la acumulación de riqueza, gracias, entre otras acciones delictivas ejecutadas por Hiriart -en absoluta impunidad-, al robo de fondos públicos y de dinero y bienes de una organización de beneficencia de la cual se apoderó ilegítimamente, y a la evasión fiscal -estimada, según diversos cálculos, en algo más de 2.3 millones de dólares-, de acuerdo con reveladores testimonios.
Pero, según otros relatos, Hiriart fue, además, el verdadero poder del régimen comúnmente denominado “la dictadura de Pinochet”.
De modo que una mujer se empoderó de una acción machista por naturaleza -el brutal golpe de Estado-, a su vez, perpetrada por un actor machista por naturaleza -las fuerzas armadas-.
Perfil de la codictadora
En una nota que difundió, el 16 de diciembre de 2021, sobre el fallecimiento -ese día- de Hiriart, la agencia informativa española Efe, citó a la periodista Alejandra Matus, conocedora de la esposa de Pinochet.
Al caracterizar a Hiriart, Efe indicó que, “aun alejada de la escena pública desde años, Chile no olvidó el carácter fuerte, dominante y caprichoso de la viuda del exdictador chileno Augusto Pinochet, Lucía Hiriart, fallecida este jueves y a quien se le atribuye una poderosa influencia en el Gobierno militar de su marido”.
“Nacida el 10 de diciembre de 1923, según el registro civil, en el seno de una familia de izquierda vinculada a la elite política y social del Partido Radical -que gobernó Chile durante la década de 1940-, Hiriart terminó convertida en uno de los símbolos más reconocidos de la sangrienta dictadura cívico-militar que aterrorizó al país suramericano”, agregó la agencia.
“Temida incluso por el mismo Pinochet según se supo con el transcurso de los años, Hiriart trazó su propio camino para hacerse de un espacio de poder en el régimen autoritario que se instauró en Chile”, siguió revelando.
“Es más, fue ella misma quien ejerció la mayor influencia sobre Pinochet para que se sumara a la asonada golpista en septiembre de 1973, cuando el general no era parte de la conjura contra el Gobierno y aún contaba con la confianza del otrora primer mandatario”, narró, a continuación.
Citada por Efe, Matus -autora de “Doña Lucía”, una extraoficial biografía de la criminal- aseguró que “no habría Pinochet sin Lucía Hiriart, ella fue su creadora”.
Respecto a la corrupción de la pareja dictatorial -específicamente, de la primera dama de factor-, Matus dijo que “una vez instalado en el poder, el matrimonio Pinochet Hiriart empezó a revelar sus carencias y necesidades”, cuadro de situación en el cual “ella no hacía ninguna distinción entre los recursos del Estado y los propios”.
“Abordaba todo como si le perteneciera, pero tampoco en una cruzada muy elaborada respecto de un programa político, sino que, en su sicología, era una especie de monarquía donde ella era la reina, y Pinochet el rey”, precisó.
En ese sentido, Efe puntualizó que, un “ejemplo claro de lo anterior es la conocida mansión de Lo Curro, en el sector oriente de la capital chilena, cuya construcción fue revelada a la opinión pública en 1984 a través de un reportaje de la periodista Mónica González”.
La agencia reveló, asimismo, que, en el relato de González, “se detalla una construcción ‘faraónica’ dispuesta en un terreno de 80,000 metros cuadrados, 6,000 de ellos edificados y 62,000 destinados a parques y jardines; además de materiales como cristales importados de Bélgica y mármol de Alcántara, todo pagado con dinero público equivalente al 5 % del presupuesto de Obras Públicas en un año de crisis económica como el país había visto jamás”.
También precisó que, “según denunció la fallecida periodista chilena Patricia Verdugo, Pinochet e Hiriart se hicieron con millonarios viáticos de cerca de 7 millones de dólares para sus viajes al extranjero entre 1974 y 1975, incluyendo su asistencia al funeral del dictador español (1939-1975) Francisco Franco”.
Efe destacó, asimismo, que, “con la recuperación de la democracia, Hiriart siguió en el centro de escándalos vinculados a cómo su familia acumuló fortuna durante los años en que detentó el poder total”.
Respecto al corrupto personaje, la agencia informativa rusa Sputnik, indicó que “la figura de la polémica exprimiera dama de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), será recordada (…) también como una defraudadora al fisco”.
“Retratada por quienes vivieron su época como primera dama como una mujer (…) que relativizó los crímenes de lesa humanidad, su aspecto recordado a futuro será el de estafadora”, agregó, en la nota que, titulada “Lucía Hiriart de Pinochet: de primera dama de facto a estafadora”, difundió, también, el 16 de diciembre de 2021.
Efe narró, con precisión, un ejemplo de cómo Hiriart lucró con su participación en la dictadura militar que sojuzgó, durante 17 años, al andino país sudamericano.
Se trata del secuestro de CEMA-Chile, organización de beneficencia creada, en 1954, como Fundación Centro de Madres (Fundación Cema), por Graciela Letelier -la segunda esposa del presidente Chileno (1927-1931, 1952-1958) Carlos Ibáñez-, con el objetivo de “proporcionar bienestar espiritual y material a la mujer chilena”.
Posteriormente denominada CEMA-Chile, la organización contó, históricamente, con el apoyo de sucesivas primeras damas, hasta que, Hiriart usurpó la presidencia -asumiéndola vitaliciamente, y ejerciéndola hasta 2016-.
Al respecto, Efe indicó que “uno de los casos de corrupción más emblemáticos fue CEMA-Chile, la organización de madres que encabezó Hiriart una vez instalada en La Moneda y cuyas propiedades, otrora públicas, pasaron luego al patrimonio personal de la fallecida”.
“Pero CEMA, en este caso, no fue solamente un mecanismo de enriquecimiento de Hiriart, sino un vehículo de poder que explotó durante la dictadura como un espacio dedicado a las obras sociales”, agregó la agencia informativa.
“Ella movilizó esto cada vez que fue necesario demostrar apoyo político y social a la dictadura”, detalló, a continuación.
“Al principio no estaba preocupada por los recursos. Sí de construir un ejército de mujeres que era su zona de influencia”, siguió narrando.
De acuerdo con los resultados de un estudio que, sobre la corrupción ejercida por Hiriart, el no gubernamental Centro de Investigación Periodística (Cipe) dio a conocer el 25 de noviembre de 2015, Hiriart siguió lucrando con la dictadura, décadas después de finalizado el régimen.
Según Cipe, “la venta de una propiedad en (la central localidad cordillerana chilena de) Chillán en diciembre por más de 780 millones de pesos (algo más de 87 mil dólares) abrió la puerta al negocio que aún controla la viuda de Pinochet: los bienes que el Estado cedió a la Fundación Cema”.
El centro vicio así referencia a las ilegales transferencias de fondos y bienes que la dictadura llevó a cabo, a favor de la fundación, todo lo cual fue apropiado por Hiriart.
“El millonario patrimonio ha sido vendido sin que haya registro contable de ello ni del destino de esos dineros que superan los 6.300 millones de pesos (algo más de siete millones de dólares)”, agregó, en la extensa y reveladora nota informativa.
De acuerdo con lo destapado por Cipe, en algunos registros de desembolso, “aparecen pagos a hijos, nietos y bisnietos del matrimonio Pinochet”.
La entidad investigadora expuso, asimismo, el hecho de que, “desde que se instaló como presidenta (…) se apropió de esa institución como si fuera su fundo, y de paso, de un millonario patrimonio que se calculaba en unos 3.350 millones de pesos (alrededor de 3.7 millones de dólares) en 2005”.
Ese año, “los dineros de la fundación pasaron a ser parte de la investigación por el millonario desvió de dineros públicos a las cuentas que Pinochet y su familia ocultaba en el Riggs (Bank) y otros bancos y paraísos fiscales fuera del país”, precisó.
Riggs Bank, con sede en la capital estadounidense, estuvo involucrado, en 2005, en varios escándalos de lavado de dinero.
De acuerdo con lo descubierto por el Cipe, hasta que falleció, Hiriart uso “ese patrimonio como si fuera su fortuna personal, desde que se instaló como presidenta de la Fundación Cema Chile”.
Respecto a los niveles de poder y de corrupción evidenciados por la esposa de Pinochet, durante el régimen, Matus reveló, en el diálogo con Efe, que “ella (Hiriart) demandaba una posición principal en la dictadura”, y agregó que “Pinochet tenía que nombrarla a ella antes que a su gabinete o la junta de Gobierno”.
“Para pensar en la dictadura, hay que dejar de pensar que hubo un dictador, sino un dictador y una dictadora”, recomendó la periodista, quien aclaró, contundentemente, que “los dos son partes inseparables de lo que fue la dictadura en Chile, de por qué duró lo que duró, y por qué Pinochet tuvo el lugar que tuvo”.