La nueva presidenta de la Universidad de Boston, fue nombrada como culminación de un proceso de selección que tomó más de un año, y que involucró a unos 400 candidatos de diferentes países

La médica, investigadora científica, y docente Melissa Gilliam está derribando barreras, en la academia estadounidense: el 1 de julio de 2024 se convertirá en la primera mujer y la primera persona afrodescendiente quien asuma la presidencia de la privada Universidad de Boston (Boston University, BU), en casi dos siglos de existencia del centro de estudios.

Gilliam elevará a 11 el total de titulares de ese cargo, desde 1839, cuando la entidad de educación superior fue fundada, en Boston, la capital del nororiental y costero estado de Massachusetts, de acuerdo con lo informado, el 4 de octubre, por BU Today -el medio de comunicación de la universidad-.

La académica fue nombrada como culminación de un proceso de selección que insumió más de un año, y que involucró a unos 400 candidatos de diferentes países, reveló BU Today.

En tal contexto, “centenares de estudiantes, docentes, personal administrativo y ex alumnos participaron en el proceso, compartiendo las características y las calificaciones que aspiraban a ver en su próximo presidente, insumos que ayudaron a dar forma a un perfil presidencial, y que guiaron el trabajo del Comité de Búsqueda Presidencial (Presidential Search Committee), consistente en 16 integrantes”, relató.

La designación de Gilliam fue confirmada el 14 de octubre, mediante votación, por la Junta Directiva de BU, agregó.

Citada en la extensa nota informativa que BU Today difundió ese día, en el sitio de la universidad, en internet, Antoinette “Tonie” Leatherberry -quien presidió el comité de búsqueda-, dijo que “hemos asumido esta tarea, con la mayor seriedad, y mirando al futuro de la Universidad de Boston”.

“Estamos orgullosos del estándar de excelencia que hemos establecido aquí, pero nunca estamos satisfechos,” reflexionó, a continuación.

Esto, porque “tenemos que continuar creciendo como institución de investigación científica, y servir a nuestros estudiantes, docentes, y personal administrativo, con distinción, mientras seguimos impulsando la misión de BU como líder en la educación superior”, agregó.

El proceso de selección, y la opción por Gilliam, se inscribieron en la política inclusiva del casi bicentenario centro de estudios.

En la Nota de No Discriminación que despliega en su sitio en Internet, la institución aclara que “la política de la Universidad de Boston prohíbe la discriminación contra cualquier persona, sobre la base de raza, color, estilo de cabello natural o protector, religión, sexo, edad, origen nacional, discapacidad física o mental, orientación sexual, identidad de género, información genética, servicio militar, embarazo o condición relacionada con el embarazo, o por estatus marital, parental, o veterano, y actúa de conformidad con todas las leyes locales y federales aplicables”.

De acuerdo con BU Today, Gilliam se desempeña, actualmente, como vicepresidenta y decana de la pública Universidad del Estado de Ohio (Ohio State University, OSU).

Al respecto, el medio señaló que esa casa de estudios “está comprometida con el servicio, y Gilliam dice que ha disfrutado conocer y aprender de personas en el (oriental) estado de Ohio”.

En ese sentido, citó declaraciones de la académica indicando que “estoy ansiosa por oír a personas, aprender y escuchar”.

También señaló que “yo lidero escuchando, colaborando, y empoderando a otras personas”, y aseguró que “esa es la mejor manera de dirigir grandes organizaciones: entusiasmar y comprometer a todos, y haciendo más que lo que ellos creen que son capaces de hacer”.

“Esta filosofía es central para una gobernanza compartida, un componente esencial de una universidad próspera”, reflexionó, a manera de recomendación.

Hija de Sam Gilliam -un pionero en la pintura abstracta- y de Dorothy Gilliam -la primera mujer periodista Negra contratada, en 1961, por (el diario estadounidense) The Washington Post-, aseguró que sus padres influyeron en la decisión de incursionar en la medicina, “con enfoque en sanar no solamente a personas sino a la sociedad, en general”.

Indicó que, al desempeñarse como obstetra y ginecóloga residente en un hospital en la norteña ciudad de Chicago, comenzó a involucrarse en la atención a adolescentes embarazadas.

“Hay mucha vergüenza y culpa en la manera en que la gente habla sobre el embarazo adolescente, lo que, de tantas maneras, es infundado”, agregó.

“Tenemos que abrirnos y pensar sobre mayores cambios sociales respecto al embarazo adolescente”, planteó, para señalar, a continuación, que “creo que mucho de eso estaba tomando fuerza en los 1970s y los ‘80s”, cuando “el tema del embarazo adolescente era muy importante”.

Se trata de que “una persona joven, sin necesariamente ningún tipo de dificultad médica, de pronto, está ante un increíblemente difícil reto de vida”, aseguró.

A manera de autocrítica gremial, expresó que, en ese momento, “no estábamos comprendiendo las vidas de las personas jóvenes”, y señaló que “estábamos escribiendo recetas, no estábamos escuchando, no estábamos caminando en sus zapatos”.

En alusión a las brechas de género, expresó, respecto a su profesión, que, “lo que me resulta más frustrante es que, en esta época, todavía estoy haciendo cosas que son sin precedente (…) que lo que hago tiene el aspecto de ser algo pionero”.

Y agregó: “hay tanto talento y potencial humano, que pienso que, en 2023, todo eso tendría que ser algo común, pero, simplemente, no lo es”.