Este color, independientemente sea rosa cuarzo, palo rosa, fucsia o “shocking pink”, proviene de la mezcla del rojo y el blanco. Para los analistas del color, el rojo simboliza lucha, pasión, fuego  y sangre y el blanco, paz, espíritu, pureza y confort.

Cuando hablamos del color rosa posiblemente acude a nuestra mente imágenes y pensamientos vinculados a niñas y femineidad.

El mapa mental de la mayoría de los occidentales relacionan este color a palabras, ideas y conceptos vinculados a la mujer, convirtiéndolo en una cartografía de percepciones que se han mantenido por generaciones y que han sido vilipendiado por algunas feministas presuntamente por fortalecer el estereotipo de debilidad e inferioridad de género.

Ciertamente para algunos el rosa – al vincularse con la femineidad-  transmite fragilidad y delicadeza; para otros felicidad, ensueño y enamoramiento, como bien lo ejemplariza la reconocida y galardonada canción de Edith Piaf “La Vie Rose”.

Hace unos días tuve la oportunidad de hablar con Amanda Moncada, considerada la “dama de la moda” en Costa Rica y me comentó que recomienda y vende vestidos rosa para las quinceañeras, porque este color simboliza el desafío de dejar de ser niña para convertirse en mujer…”es algo así como las mariposas que tienen un ciclo de vida y  que después de ser huevo, oruga y crisálida, despliega sus alas para ser una adulta”.

Pocas veces nos hemos preguntado cuál es el origen del rosa y qué realmente simboliza este color que se le asigna a las bebes de sexo femenino desde su nacimiento, que ha sido utilizado con preeminencia en ropa y accesorios dirigidos a mujeres y proclamado por el Instituto del color Pantone el color del 2016.

Según este Instituto, el rosa cuarzo o pantone 13-1520, se define como «persuasivo pero suave, que expresa compasión y un sentido de la compostura. Es el color de un atardecer sereno, unas mejillas sonrosadas o una flor emergente».

Con esta descripción seguramente las feministas radicales  –y me refiero a las que propugna derrocar el patriarcado principalmente por medio de su oposición a los papeles de género y propone una reorganización de la sociedad-, entrarían en coma, pues todo lo que luce, huele, aduce y se percibe femenino como “mejillas sonrosadas y flor emergente” es pecado capital.

Si bien es cierto el rosa refuerza el estereotipo femenino, como el sostén, la falda, los labios rojos y los tacones altos, proscribirlo y declararlo enemigo público de la mujer, es un acto desmedido que más allá de las connotaciones sexista que pudiera adjudicárseles, tiene un alto grado de ignorancia.

Este color, independientemente sea rosa cuarzo, palo rosa, fucsia o “shocking pink”, proviene de la mezcla del rojo y el blanco. Para los analistas del color, el rojo simboliza lucha, pasión, fuego  y sangre y el blanco, paz, espíritu, pureza y confort. Estas características podrían describir a cualquier mujer, desde la legendaria Hipatia y Catalina la Grande, hasta Marie Curie, Golda Meir, las sufragistas a principios del siglo pasado y las feministas que actualmente desde las Organización de las Naciones Unidas, nuestra asamblea legislativa y otros foros combaten la discriminación de género.