Si hoy nos preguntáramos cuál fue el suceso de mayor impacto social en la década del 60, quizás la mayoría mencionaría la celebración del Concilio Vaticano II, la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos, la construcción del Muro de Berlín, la revolución cultural del proletariado en China, la realización del primer trasplante de corazón, o la misión Apolo XI con el primer hombre en pisar la superficie lunar.

Si nos olvidáramos de los temas políticos acontecidos en esta década, como los asesinatos de líderes políticos, civiles y revolucionarios como Patrice Lumunba, John F. Kennedy, Martín Luther King, Malcon X y el Che Guevara ¿qué más podríamos añadir como un evento trascendental que afectó la sociedad contemporánea? Sin más preámbulo: la píldora anticonceptiva.

Si bien, desde el 1950 ya existía una de este tipo en Estados Unidos, no fue hasta en 1960 que la Food and Drugs Administration (FDA) la aprobó. En 1961 se comenzó a comercializar, pero no estaba disponible en todos los estados y no podían vendérselas a mujeres solteras.

Dos sonados casos que llegaron hasta la Corte Suprema de ese país, lograron reconocer el derecho de la mujer a la planificación familiar, el primero en 1965, que permitió que la píldora se vendiera en todos los estados de esta nación, y el segundo, en 1972, que les dio el acceso a las mujeres solteras a utilizar el anticonceptivo.

Sin minimizar los importantes acontecimientos suscitados en esta década, el uso de la píldora anticonceptiva para permitirle a la mujer el control de la natalidad, bajo su propio deseo, control y riesgo, probablemente sea el mayor avance científico que impulsó la evolución social de ésta hacia el acceso a una mayor equidad y a la fuerza laboral.

Y es que los embarazos no deseados, o demasiado seguidos y en adolescentes, además de tener efectos adversos para la salud -como la muerte prematura- afectan la capacidad de la mujer en funcionamiento social y el logro de su realización personal.

La Asociación Médica Mundial (AMM) reconoce la importancia de los beneficios para la mujer de controlar su fertilidad, por eso sostiene que estas tienen derecho a elegir un método anticonceptivo, sin consideraciones de nacionalidad, clase social o credo y tomando en cuenta la situación familiar.

El rol de la planificación familiar y el acceso libre a métodos apropiados es reconocido en el quinto Objetivo de Desarrollo del Milenio como factor principal en la promoción de la salud maternal e infantil. La libertad de la mujer al acceso a los métodos anticonceptivos debe ser protegida y salvaguardada de todo grupo de presión, como también el derecho a tener la cantidad de hijos que quiera.

Gracias al acceso a la información sobre reproducción humana, a la educación sexual y a la bendita píldora anticonceptiva, cuyos efectos secundarios son mínimos o inexistentes en cualquier etapa de la vida adulta de la mujer- hoy podemos tener un mejor y mayor control sobre los hijos que deseamos tener.

No queremos un estado como China, con la política del “hijo único” como medida de control de natalidad, pero sí es necesario respetar el derecho natural e inalienable del control de la mujer sobre sus cuerpos, para que los embarazos no lleguen por azar y se conviertan -en la mayoría de los casos-, en un sublime acto de amor, además de evolución humana.

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