¿Quién no recuerda las terroríficas historias de los abusos infringidos a las empleadas domésticas hace algunas décadas atrás?

Estas humildes mujeres laboraban largas jornadas de doce y catorce horas al día, dormían en un colchón mugriento en el piso de una habitación desolada; almorzaban y cenaban las sobras de los comensales; recibían insultos de los niños malcriados a los que cuidaban con abnegación y hasta eran víctimas de violación, con el consentimiento del dueño de la casa, que bajo el argumento insólito de “la primera vez que lo haga” -refiriéndose a experiencia sexual-  “mejor empieza por Ana”… la sirvienta de la casa.

La Organización Internacional del Trabajo había dado a conocer en el 2014 un estudio de  las condiciones de trabajadores domésticos en el mundo -la mayoría mujeres- que reveló que de los 52,6 millones que se dedican a este tipo de labor, sólo el 10% reciben el mismo trato que el resto de los empleados; el 45% no disfrutan de vacaciones remuneradas y más de la mitad no tienen límite en sus actividades laborales.

En Costa Rica, gracias a la lucha de líderes sindicales que han representado adecuadamente al sector de las empleadas domésticas, en unión a patronos que han asumido con responsabilidad el cumplimiento de sus deberes, podemos afirmar que la mayoría de las que trabajan en la limpieza y cuidado de nuestros hogares gozan de una jornada laboral, salario y beneficios según lo dictamina la ley.

Es entendible que todos los trabajadores del país aspiren a tener un mejor salario, bajo argumentos reales relacionados al costo de vida y al desempeño laboral, pero nos preocupa que todavía algunos sindicalistas afirmen que las empleadas domésticas tienen pocas garantías. Las empleadas domésticas gozan de derechos laborales básicos, igual a la mayoría de los trabajadores del país, como salario mínimo, tiempo de trabajo regulado, descansos remunerados, pago de horas extras, aguinaldo, seguro de accidentes y enfermedades, vacaciones y  maternidad, entre otros.

Las empleadas domésticas maltratadas y sometidas a abusos y tratamiento inhumano poco a poco han desaparecido, gracias a la legislación laboral y al avance de nuestra sociedad en el respeto a los derechos humanos. Que todavía existan patronos inescrupulosos, villanos, crueles, injustos y déspota, sí, suponemos que existen, y será una realidad mientras el ser humano sea imperfecto, porque, como dijo el político e historiador francés Adolphe Thiers, la injusticia es una madre jamás estéril: siempre produce hijos dignos de ella.