
Ante el peligro que le significó Berta Cáceres –por su condición de inclaudicable líder integral, e íntegra, de las mujeres, los indígenas, el ambiente, los derechos humanos-, el machismo que brutalmente caracteriza a Honduras reaccionó como le es natural: cuando el hostigamiento, la difamación, el asedio no sirvieron, la asesinó.
Lo que colmó la criminal medida del corrupto patriarcado hondureño fue la tenacidad con la que Berta frenó un proyecto hidroeléctrico en el río Gualcarque, cuerpo de agua que cruza los occidentales departamentos (provincias) de Intibucá –en el suroeste, limítrofe con El Salvador- y de Santa Bárbara –en el noroeste, fronterizo con Guatemala- y que es sagrado para el pueblo indígena Lenca –que la contaba entre sus dirigentes-.
El asesinato, punto culminante de un proceso conspirativo, se llevó a cabo poco después de la medianoche del 3 de marzo de 2016 –el día antes de que cumpliera 45 años-, cuando los asesinos a sueldo irrumpieron en la casa de Berta, en la ciudad de La Esperanza, capital de Intibucá –a unos 200 kilómetros al noroeste de Tegucigalpa, la capital nacional-, la golpearon –con particular saña-, y la balearon.
La activista protagonizó simultáneas luchas, las que comenzaron temprano, e incluyeron, en marzo de 1993 –cuando tenía 22 años-, la fundación –conjuntamente con su entonces pareja, el también dirigente indígena Salvador Zúniga- de uno de los principales instrumentos de movilización de la base: el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras (Copinh).
Los frentes de acción de la organización incluyeron la promoción del respeto a los derechos humanos –en particular los de las mujeres-, la reivindicación de la cultura indígena, la defensa de los recursos naturales.
En todas esas trincheras, Berta lideró -a base de ejemplo, de valentía, de ética-, desempeñándose como la dirigente integral quien lo mismo caminaba en manifestaciones convocadas por el Copinh o por otras organizaciones –en general, bajo represión policial y militarmente-, que participaba en actividades en organismos internacionales.
La última lucha en la que participó junto con su pueblo, fue contra el proyecto que el capital local, aliado al internacional, procuró implementar en detrimento no solamente del ambiente sino de la cultura indígena de Honduras.
Se trató del proyecto hidroeléctrico denominado Agua Zarca, que comenzó a implementarse aproximadamente en 2006, en el sector de la noroccidental localidad de Río Blanco.
Al ver que los trabajos iniciales –remoción de tierra- estaban en marcha, habitantes de la zona acudieron al Copinh, solicitando apoyo para detener la obra que, de acuerdo con lo que denunciaron entonces, tendría, en la amplia zona que ocuparía, un impacto ambiental masivamente destructor, que, además, perjudicaría a decenas de comunidades.
La empresa china Sinohydro –la principal constructora de represas, a nivel mundial- y la Corporación Financiera Internacional (CFI), entidad del Banco Mundial –el socio capitalista-, eran los ejecutores del proyecto.
Recibida la solicitud de apoyo, el Copinh dio inmediato inicio a una tenaz movilización pacífica constante, encabezada por Berta, acción que frenó el proyecto.
Fue cuando la empresa hondureña de financiamiento internacional Desarrollo Energético Sociedad Anónima (Desa) entró en escena, con el propósito de rescatar la iniciativa, ante lo cual, siempre lideradas por Berta, las comunidades y la líder indígena retomaron la resistencia pacífica, y fueron, nuevamente, objeto de hostigamiento por parte de seguridad de la nueva empresa propietaria y de autoridades municipales de la zona.

El hostigamiento incluyó, como aspectos característicos, reiteradas amenazas contra la dirigente, algunas de las cuales ocurrieron dos días antes del asesinato.
Consciente del riesgo en el que estaba, Berta decidió, al inicio de 2016, dejar la casa de su madre –la también tenaz dirigente comunitaria local Austra Berta Flores, popularmente conocida como Doña Austra Berta-, e instalarse en otra vivienda –siempre en La Esperanza-.
Dos meses después, en su nueva casa, se materializo el crimen, no obstante lo cual, el proyecto fue cerrado en 2018.
Por su desempeño como líder ecologista, Berta recibió, en 2015, el anual Premio Ambiental Goldman, mediante el cual la estadounidense Fundación Ambiental Goldman reconoce el trabajo, a nivel mundial, de los “héroes ambientalistas de base”.
Con el galardón en sus manos, la indígena ambientalista explicó, a los asistentes a la ceremonia, la percepción lenca de la naturaleza: “en nuestras cosmovisiones, somos seres surgidos de la tierra, el agua, y el maíz”.
“De los ríos, somos custodios ancestrales -el pueblo lenca-, resguardados, además, por los espíritus de las niñas, que nos enseñan que, dar la vida, de múltiples formas, por la defensa de los ríos, es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta”, agregó.
Una certera consigna del Copinh, a raíz del asesinato, asegura: “Berta vive! La lucha sigue!”.
En ambos aspectos, el decidido liderazgo asumido por su hija Berta Isabel Zúniga, está garantizando que así sea.