La crisis que, desde la instalación del régimen fundamentalista islámico talibán, golpea a Afganistán, está incidiendo dramáticamente, entre otras, en el área de salud, particularmente en lo que tiene que ver con la asistencia obstétrica.

Pésimas condiciones de infraestructura hospitalaria, ausencia de insumos médicos, pobreza agudizada en el contexto socioeconómico de la crisis, son algunos componentes que, sumados a las arbitrarias prácticas fundamentalistas religiosas del gobierno violentamente instalado en el país, están poniendo en riesgo la vida de mujeres, al momento de parir.

Testimonios en ese sentido, reproducidos en una nota informativa que la British Broadcasting Corporation (BBC) difundió el 27 de setiembre, visibilizaron ese aspecto de la situación en que se encuentran las afganas, en el contexto de la violencia y la discriminación de género que caracterizan al movimiento extremista que está en el poder en la nación asiática.

Para reflejar la situación de la mayoría de la población, y el contexto sanitario en el que está el sector femenino, la BBC citó datos de organismos tales como el Banco Mundial (BM), la Organización Mundial de la Salud (OMS), y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa).

De acuerdo con esos cálculos, un 54.5 por ciento de los aproximadamente 37.5 millones de habitantes está en situación de pobreza -la mayoría en zonas de difícil acceso-.

En materia sanitaria, las cifras indican que el país cuenta con, apenas, 4.6 médicos, parteras, y enfermeros por cada 10 mil personas, lo que presenta una proporción cinco veces inferior al “umbral de escasez crítica”.

El medio de comunicación europeo aclaró, al respecto, que “es probable que esa cifra sea ahora menor, dado que muchos han dejado de trabajar o han huido del país desde la toma de posesión de los talibanes”.

En cuanto a las tasas de mortalidad materna, las estimaciones indican que la de Afganistán figura entre las más críticas a nivel mundial: 638 mujeres que mueren, por cada 100.000 bebés que nacen vivos.

Además, el Unfpa ha advertido que, de no proporcionarse apoyo a la población femenina afgana -adultas y menores-, desde este año hasta 2025, se contabilizaría aproximadamente 51 mil fallecimientos de mujeres en parto, así como unos 48 millones de embarazos no deseados, además de un total superior a nueve millones de personas sin acceso a atención en clínicas de planificación familiar.

Citada, al respecto, por la BBC, en la nota informativa titulada “Afganistán: La ‘horrible experiencia’ de dar a luz bajo el régimen talibán”, la directora ejecutiva del Unfpa, la médica panameña Natalia Kanem, informó que el fondo está solicitando 29.2 millones de dólares, para atender las necesidades y salvar la vida a miles de mujeres y niñas afganas.

“Incluso antes de los dramáticos acontecimientos de las últimas semanas (la toma del poder por los talibanes), una mujer afgana moría, al dar a luz, cada dos horas”, explicó.

“Trabajamos horas extras -día y noche-, para remendar el sistema, pero necesitamos fondos”, aseguró la jerarca de la agencia mundial especializada en salud sexual y reproductiva.

Kanem también se refirió a la pobreza generalizada -y con tendencia al ascenso-, lo mismo que a imposiciones religiosas -derivadas de la arbitraria interpretación talibana de la sharia (la principal ley islámica)- que impiden, a las niñas asistir a clase, y, a médicos varones, atender a pacientes femeninas, además de la realización de matrimonios forzados entre militantes del movimiento fundamentalista y niñas o mujeres adolescentes.

Se trata de componentes que agudizan la situación actual, advirtió, asimismo, la funcionaria de Naciones Unidas.

Al respecto, reflexionó, a manera de ejemplo, que, “si eres una madre joven, tus posibilidades de supervivencia se reducen, de inmediato”.

La emisora británica se refirió, asimismo, a denuncias en el sentido de que las autoridades talibanas están ordenando, a las direcciones de los hospitales y las clínicas, a nivel nacional, que solamente personal médico y de enfermería femenino atienda a las mujeres quienes acuden a esos centros asistenciales.

Sobre ese tema, reprodujo declaraciones de una partera -quien, por razones de seguridad, solicitó el anonimato-, en cuanto a las nuevas instrucciones que rigen en el hospital, en el sector oriental afgano, donde desempeña labores.

Entre otras reglas, “si una mujer no puede ser atendida por una doctora, el médico sólo puede ver, a la paciente, cuando hay dos o más personas presentes”, informó.

Al mencionar un ejemplo de ello, y de la violenta rigurosidad misógina del régimen, la profesional relató que, en su lugar de trabajo, “los talibanes golpearon a un médico, porque atendía, sólo, a una mujer”.

El acceso a asistencia en materia de salud sexual y reproductiva -incluida la atención médica durante el embarazo- se ve dificultado por la disposición de que ninguna mujer puede salir de su lugar de resistencia si no es acompañada por un mahram (acompañante masculino, sea esposo o familiar cercano).

Sobre esa arbitraria regla social, una mujer identificada solamente como Zarmina -en el quinto mes de su embarazo-, dijo, a la BBC, que “mi esposo es un hombre pobre, que trabaja para alimentar a nuestros hijos”.

“Por qué debería pedirle que vaya conmigo, al centro de salud?”, preguntó, a continuación.

En declaraciones por separado, y en alusión a tal imposición, una partera de nombre Abida señaló que “el requisito de un acompañante masculino significa que, incluso con una partera y una clínica de escasos recursos, muchas mujeres, como Zarmina, no pueden asistir (solas) a controles importantes (de embarazo)”, a lo que se suma el hecho de que, por las disposiciones religiosas, “muchas trabajadoras de la salud no pueden ir a trabajar”.

En cuanto a los riesgos para la salud y la vida de las afganas, la directora asociada de la División de Derechos de la Mujer, de la organización internacional Human Rights Watch (HRW), Heather Barr, dijo, al medio de comunicación europeo, que “los afganos escuchan muchas cosas sobre las víctimas de la guerra, pero pocos hablan sobre cuántas mujeres y bebés son víctimas de muertes, vinculadas al parto, que son evitables”.

En ese sentido, narró que, durante una visita que realizó, en mayo, a Kabul -la capital nacional-, el cuadro de situación en los centros de asistencia médica ya era precario.

En ese momento, “un hospital trató de proteger los salarios del personal, reduciendo todo lo demás”.

Eso determinó que, “muchas mujeres, en la sala de parto, se vieron obligadas a comprar sus propios suministros para dar a luz”, agregó.

“Una mujer gastó unos 26 dólares, en cosas como guantes, líquido esterilizante, y un tubo para el catéter de la mano”, siguió relatando.

“Gastó el dinero que le quedaba, y estaba muy estresada porque, si necesitaba una cesárea, tendría que hacerla con su propio bisturí”, precisó Barr.

A causa de la presente agudización de la crisis, “la escasez de medicamentos y suministros médicos hace que éstos sólo se puedan comprar en instalaciones de atención médica privadas, una opción inasequible para muchos afganos”, denunció.

Por su parte, Zarmina agregó, como testimonio personal, que “vi a otras mujeres embarazadas esperar, un día entero, por algún tipo de medicamento, en nuestra clínica local, y regresar, a casa, con las manos vacías”.

En alusión al dramático cuadro de situación, agregó: “preferiría dar a luz en casa, que en el hospital, porque no hay medicamentos ni instalaciones”, razón por la cual estoy preocupada por mi salud, y por la de mi bebé”.