La presión implementada durante la reciente visita de un equipo de trabajo de Naciones Unidas a Afganistán, generó una reacción negativa por parte de las autoridades del régimen
Naciones Unidas está presionando a la dictadura teocrática de Afganistán para que en el país asiático se respete, nuevamente, los derechos de la población femenina, dijo la subsecretaria general de la organización mundial, la británica-nigeriana Amina Mohammed.
La presión implementada durante la reciente visita de un equipo de trabajo de Naciones Unidas, a Afganistán, generó una reacción negativa por parte de las autoridades del régimen con quienes los funcionarios visitantes se reunieron, dijo Mohammed -quien encabezó el grupo-, en conferencia de prensa llevada a cabo el 25 de enero, en la sede de la organización mundial, en la nororiental ciudad estadounidense de Nueva York.
En tal contexto, lograr que el régimen del terrorista movimiento fundamentalista musulmán Talibán proteja los derechos de las mujeres y las niñas, se presenta como un objetivo complejo, aseguró la funcionaria internacional, quien inició, en 2017, el desempeño de su cargo actual.
Por su parte, en declaraciones que formuló, el mismo día, en la sede de la representación de Naciones Unidas en Afganistán, a la Agence France Presse (AFP), el subsecretario general de Asuntos Humanitarios y Coordinador de Ayuda de Emergencia, de la organización mundial, el británico Martin Griffiths, dijo que encabezó una delegación de organizaciones no gubernamentales (ONGs) que visitó el país.
El trabajo de este grupo, se enfocó en desconstruir la prohibición talibana de que mujeres trabajen en esas agrupaciones en territorio afgano, según explicó Griffiths.
Esa limitación se suma a las numerosas violaciones a los derechos de la población femenina -lo mismo adultas que menores de edad-, que, entre muchas otras arbitrarias prohibiciones, incluyen el cierre del acceso a la educación secundaria y universitaria, lo mismo que de la posibilidad de trabajar -con excepción de tareas en el sector salud-, circular por vía pública sin compañía de un mahram -familiar masculino cercano-.
Además, la dictadura impone el uso de burka -prenda religiosa que cubre, completamente, desde la cabeza, a quienes la usan-.
“Utilicé todo lo que sé, todas mis herramientas, para intentar defender y recuperar los derechos de las mujeres”, relató Mohammed, al dialogar con periodistas un día después de su regreso de la visita a Afganistán y a otro países -en los cuales abordó el tema talibán-, gira que insumió aproximadamente dos semanas.
“Va a ser difícil llevarlos de vuelta al espacio en que necesitamos que estén: donde los derechos de mujeres y niñas sean protegidos y defendidos”, reflexionó la jerarca de Naciones Unidas, quien, entre otras actividades, se ha desempeñado como ministra de Ambiente (2015-2016) en Nigeria.
En cuanto al propósito de ir a Afganistán, para los diálogos con las autoridades de la dictadura talibana, “tuvimos tres cosas en mente”, comenzó a explicar Mohammed.
“Primero, fue la solidaridad, y la importancia de los derechos de las mujeres, y lo que se había quitado de la agenda en Afganistán, respecto a educación secundaria y terciaria”, y al plano laboral -principalmente el trabajo en las oenegés humanitarias-, área en la cual “se trataba de las vidas de las mujeres, se trataba de la vida de la gente, y, por lo tanto, doble riesgo: no solamente los derechos de las mujeres, sino que el impacto será en la pérdida de vidas”, dijo, a continuación.
“Lo segundo fue la conexión con todas las partes de nuestra comunidad (el Sistema de Naciones Unidas), pero, particularmente, aquellos socios nuestros quienes tenían diferentes reacciones sobre cómo debemos enfrentar esto, y la conexión con la gente quienes son los beneficiarios del apoyo que damos”, agregó.
Igualmente, la interlocución con “las voces de las mujeres, que eran realmente fuertes antes de que llegáramos, y que, realmente, nos dijeron: ‘miren: en esto, no se trata de que ustedes lleven su voz (a las autoridades del régimen) sino que ustedes tienen que escucharnos, ustedes tienen que tomar nuestras voces y tienen que amplificarlas con los talibanes’”, siguió narrando.
“Lo tercero, por supuesto, consistió en ver si había alguna apertura, alguna oportunidad que pidiésemos tener en la vía política”, indicó, además.
En ese sentido, Mohammed planteó la necesidad -que fue objetivo central de la gira regional y extrarregional del grupo que encabezó- de convergencia internacional para atender la dramática situación afgana -puntualmente, la crisis en materia de derechos de las mujeres y las niñas-.
“Necesitamos un frente unido para tratar de lograr la revocación de esas prohibiciones”, ya que se trata de “lo más importante: los derechos de las mujeres y los derechos de las niñas en Afganistán”.
En cuanto al objetivo d la llegada del grupo de trabajo de oenegés a Afganistán, la atención se enrocó en prohibiciones tales como las referidas a trabajar, estudiar, tener acceso a lugares públicos -incluidos parques, baños-, dijo Griffiths -un diplomático británico quien, además de cargos en organismos fuera del Sistema de Naciones Unidas, ha desempeñado, desde 2016, posiciones en diferentes agencias de la organización mundial-.
“Es muy importante que mantengamos el foco en el proceso que lleva a esos lineamientos”, expresó el funcionario internacional, en las declaraciones reproducidas por AFP.
“Varios dirigentes talibanes me han dicho que los talibanes, como gobierno, trabajan en lineamientos que van a aclarar” esas medidas, indicó.
“Y esperamos que (permitan) la libertad de las mujeres, de trabajar en asuntos humanitarios”, agregó, a continuación.
Surgido en 1994, en el marco de la guerra civil afgana (1992-1996), el grupo fundamentalista islámico Talibán estuvo, desde 1996 hasta 2001, en control de aproximadamente tres cuartas partes de los algo más de 652 mil kilómetros cuadrados que constituyen el territorio del país asiático.
La violenta administración talibana -caracterizada por despiadadas violaciones a los derechos humanos, en particular de las mujeres y las niñas- fue derrocada en diciembre de 2001, cuando Afganistán fue escenario de una invasión militar internacional, encabezada por Estados Unidos.
No obstante esa derrota, el movimiento se mantuvo, desde entonces, en resistencia armada.
Tras el retiro, a mediados de 2021, de las tropas estadounidenses -las fuerzas extranjeras que mantenían la intervención-, la ofensiva talibana logró el objetivo de derrocar al gobierno del presidente (2014-2021) Mohammad Ashraf Ghani, cuando tomó, el 15 de agosto del año pasado, el control de Kabul -por lo tanto, del país-.
Desde que asaltó el poder, la dictadura teocrática impone, brutalmente, la anulación de los derechos de las mujeres.
En referencia a la misógina política que, en materia de género, el régimen talibán implementa en Afganistán, y que justifica mediante su arbitraria interpretación del Corán -el libro sagrado musulmán- algunas mujeres locales han descrito, a medios de comunicación internacionales, la dramática situación sociopolítica que las afecta.
En ese contexto, en declaraciones que, por separado, formularon en noviembre de 2022, algunas afganas fueron críticas de las prohibiciones, al tiempo que cuestionaron la falsa base religiosa esgrimida por la dictadura talibana.
“No hay escuelas, no hay trabajo”, contexto en el cual “estamos aburridas y agotadas de estar en nuestras casas, todo el día”, aseguró una mujer identificada solamente como Wahida, que subrayó que “nuestras cabezas están cansadas”, a causa de la política misógina talibana, aseguró. Por su parte, la dirigente feminista Munesa Mubarez, denunció que la población femenina afgana es rehén de la dictadura, y que la política machista del grupo talibán carece del misticismo que el gobierno pretende infundirle.
“Estas restricciones son como secuestrar a alguien”, reflexionó, para, de inmediato, subrayar que, al observar la arbitrariedad patriarcal del régimen, “no cabe un enfoque religioso ni humanitario”.
Foto: Janko Ferlic