Al igual que en otras regiones a nivel mundial, las mujeres de los países amazónicos –el área sudamericana también conocida como Panamazonia- han sufrido, históricamente, el fenómeno de la violencia de género, uno de los componentes patriarcales que caracterizan, en general, a las sociedades.
A ello, sorpresivamente, vino a incorporarse otra pandemia –con su infaltable carga de agresión contra la mujeres-: la del coronavirus, causante de la Enfermedad Coronavirus 2019 (Coronavirus Disease 2019, Covid-19).
En este caso, el aislamiento social (cuarentena) implementado por la mayoría de los países golpeados, a nivel mundial, por la pandemia, como necesaria medida para contener la propagación del virus, ha disparado los números en materia de ataques contra las mujeres.
Al analizar, en esos términos, el fenómeno, en un comunicado difundido por la Red Eclesial Panamazónica (Repam), la coordinadora de Comunicación de esa organización religiosa regional, Daniela Andrade, advirtió respecto a lo que describió como la “feroz” combinación de esos componentes.
“La emergencia por la violencia machista la vivimos desde hace mucho, es una pandemia, que cuando se junta a otra pandemia, se vuelve más feroz”, señaló Andrade.
La agresión contra las mujeres “es como un fantasma que araña la garganta, que persigue todo el día, que recorre los espacios privados, los más íntimos, que no te deja tranquila. Ata, ahoga el grito, da pánico”, escribió, en el texto de casi una veintena de párrafos.
En ciudades y localidades de diferentes países, “así transcurre la rutina, cuando la casa no es lugar seguro, cuando quedarse en casa significa una amenaza”, siguió planteando.
En general, en los ocho países integrantes de la amazonia –Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Suriname, y Venezuela, además del departamento de ultramar Guayana Francesa-, se trata de un problema social de seria magnitud, aseguró Andrade, quien también es directora de Comunicación, en Ecuador, de la confederación católica humanitaria mundial Caritas Internacional.
“En la Amazonía, es una realidad que grita”, denunció, para agregar que “los indicadores de agresiones físicas, sexuales, psicológicas a las mujeres en la región son alarmantes y en muchos espacios casi naturalizadas por las propias autoridades, por Estados y sistemas públicos machistas y violentadores”.
“Según el Mapeo Eclesial realizado por la REPAM también está asociada al extractivismo, como un fuerte impacto social, económico y cultural, donde la situación de las mujeres y niñas se invisibiliza y no se trata de la manera específica que urge”, agregó.
Andrade hizo así referencia a la recopilación de datos que, sobre la situación de las mujeres en el área, lleva a cabo la Repam –organización regional con sede en Quito, la capital ecuatoriana-, y también aludió a actividades económicas antiecológicas tales como la extracción de petróleo y la tala extensos sectores del bosque amazónico para la comercialización de madera.
De acuerdo con el mapeo, las mujeres constituyen 51 por ciento de lo sectores poblacionales en situación de vulnerabilidad, así como 6.5 por ciento de las poblaciones afectadas por violaciones a los derecho humanos.
Entre los “problemas sociales en Centros Urbanos con mayor recurrencia”, el mapeo mostró que 19.7 por ciento consiste en violencias –incluidas la sexual, la agresión a mujeres, el machismo, el acoso escolar-.
“El hacinamiento, el hambre, el desespero por la crisis económica agudiza la situación”, escribió la autora.
“La precaria situación de salud en la Amazonía, no solo revela que la atención para salvaguardar la vida y la salud por el COVID 19 y el Dengue, es insuficiente y negligente, porque es una deuda permanente, sino que también arrastra procesos de atención y cuidado a víctimas de violencia de género, donde su vida está en riesgo todos los días”, precisó.
Andrade señaló que, en la mayor parte de los países del área, los respectivos gobiernos han establecido líneas telefónicas para la denuncia de actos de violencia contra mujeres y niñas, además de que han implementado protocolos para la atención de tales situaciones, medidas que, por lo general, no dan los resultados previstos.
“Lastimosamente en la mayoría de los casos, esta atención en las localidades amazónicas, tanto en las ciudades, mucho más en las zonas más alejadas, no están funcionando”, lo que se suma al hecho de que “los hogares no son lugares seguros para las mujeres, pero en esta situación de confinamiento (por la pandemia del coronavirus), las posibilidades para hacerles frente se reducen”, denunció.
Al respecto, cito estudios de organizaciones lo mismo a nivel mundial que nacional involucrados en el tema, para puntualizar que, en el caso del aislamiento social por la emergencia sanitaria, las víctimas –o quienes presentan riesgo de serlo- están obligadas a compartir el encierro, 24/7, con sus victimarios.
“Las mujeres estando tan cerca de su agresor durante la cuarentena, no pueden denunciarlo, no pueden hacer una llamada, no pueden pedir ayuda”, por lo que “la amenaza recrudece”, explicó.
Al mencionar algunos ejemplos nacionales que so parte del dramático todo regional, Andrade escribió que, en la nororiental provincia ecuatoriana de Sucumbíos –fronteriza con Colombia y con Perú-, organizaciones de la sociedad civil están logrando algún grado de concientización de la población, además de que la provincial Federación de Mujeres mantiene operativa una casa de acogida para víctimas de violencia de género.
En materia de cifras, indicó que, en Bolivia, la policial Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia (FELCV) informó que, en el caso de la pandemia, atendió, al 16 de abril, unos 1216 casos, y que, mientras los números de diferente delitos comunes se han reducido, las cifras en materia de violencia contra la mujeres han aumentado –particularmente en el norteño departamento amazónico del Beni, fronterizo con Brasil-.
En el mismo contexto señaló que en Perú “se han reportado 43 casos de violación, 27 de los cuales fueron a niñas, las líneas telefónicas de atención están abiertas pero los agresores dentro de casa, o a pocos metros”.
Y agregó que “en Colombia la línea de atención a mujeres reporta un aumento del 50% en la etapa de aislamiento social, y un 77% de las agresiones sexuales son cometidas bajo el techo de las víctimas”.
También denunció que ese país sudamericano “nos sigue doliendo por la cantidad de asesinatos a líderes sociales, muchas de ellas mujeres y mujeres jóvenes, mientras el COVID19 avanza”.
“Los territorios indígenas y campesinos, siguen siendo atacados por las mafias del narcotráfico y el crimen organizado y de un estado que ha dejado en total desprotección a quienes tiene su vida amenazada por defender sus espacios vitales”, precisó.
Andrade planteó que, históricamente, la inseguridad golpea, a nivel mundial, a la población femenina –lo mimo la adulta que la infantil-.
“Es en la casa, es en la calle, es en la escuela, esta pandemia de violencia machista ha hecho que el mundo no sea un lugar seguro para las niñas y las mujeres y desde hace rato”, escribió.
“Sabemos que esta pandemia no tendrá solución en el aislamiento social, ni solamente en la mejora de los sistemas y protocolos de los estados para atenderla”, advirtió.
“Esta pandemia se reproducirá como lo ha hecho por cientos de años, mientras nosotros como sociedad no hagamos esfuerzos por reconocerla y detenerla con acciones cotidianas y concretas”, reflexionó.
“Pero en medio de ello, el movimiento de mujeres, desde cada casa, desde cada ventana, desde cada rincón de la Amazonía y del mundo, (sigue) gritando que ‘Si tocan a una nos tocan a todas’ y seguimos en pie, protegiéndonos, cuidándonos, acompañándonos”, aseguró.