Aunque el 15 de agosto, cuando el movimiento fundamentalista islámico Talibán tomó, violentamente, el poder en Afganistán, la vida cambió, negativamente, para ellas, las mujeres y las niñas del país asiático siguen, inclaudicable mente, luchando por sus derechos.

Exponente de esta línea de análisis, la representante adjunta de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres), Alison Davidian, planteó la necesidad de que la comunidad internacional visibilice la situación de las afganas.

Ello implica, además, que quienes defienden los derechos de ese sector de la población
-casi la mitad de los aproximadamente 37.5 millones- puedan desarrollar su labor, señaló Davidian, en un artículo de opinión difundido, el 12 de octubre, por ONU Mujeres, en su sitio en Internet.

“El 15 de agosto de 2021, la organización talibana ingresó a Kabul (la capital nacional) y tomó la ciudad, y supimos, desde ese entonces, que este hecho representaba un cambio de vida para las mujeres y las niñas en Afganistán”, comenzó a explicar.

“En el último mes, hemos observado día tras día este impacto en las vidas de las mujeres y las niñas”, advirtió.

“Hemos podido escuchar y ver el miedo de las mujeres y niñas afganas”, agregó la experta, para señalar que “las mujeres recuerdan la década de los noventa y cómo fue vivir bajo las reglas talibanas”.

Davidian hizo, así, alusión, al período -1996-2001- durante el cual los talibanes controlaron alrededor de dos tercios del territorio afgano, imponiendo su arbitraria interpretación de la Sharia -la legislación islámica-.

Ahora, con la agrupación terrorista en control del poder, “ese miedo se intensificó por el hecho de que los talibanes no se han expresado respecto de su postura en materia de derechos de las mujeres”, precisó.

“El movimiento talibán ha expresado abiertamente que respetará los derechos de las mujeres dentro del marco del islam, pero sus acciones no inspiran demasiada confianza”, agregó, en referencia a declaraciones iniciales, por el vocero del régimen, Zabihullah Mujahid, quien aseguró entonces, entre otras promesas, que el gobierno respetaría los derechos de la población femenina afgana.

Sin embargo, “desde que los talibanes tomaron el poder, conformaron un gabinete sin mujeres”, además de que “se designaron ministros y, una vez más, no hay mujeres que integren estas designaciones”, sumado a lo cual “se disolvió el Ministerio de Asuntos de las Mujeres”, continuó puntualizando.

Asimismo, “en algunas provincias, las mujeres recibieron instrucción de no volver al trabajo o de no salir de sus hogares sin compañía de un familiar que sea hombre”, detalló, a continuación.

Por otra parte, “los centros de protección de mujeres recibieron ataques, y el personal que trabaja en ellos fue acosado”, a lo que se agrega el hecho de que “los hogares seguros para defensoras y defensores de los derechos humanos de las mujeres, que incluyen activistas y periodistas, están al máximo de su ocupación”.

En tal contexto de caos y riesgo de género, “la situación de las mujeres y las niñas en el país es preocupante, pero seguimos viendo que las mujeres luchan por sus derechos y exigen igualdad”, señaló, para asegurar que “esto no ha cambiado, y no cambiará”.

“Hoy los ojos del mundo se posan sobre Afganistán, pero esto no será así siempre”, vaticinó.

Por lo tanto, “una parte fundamental del rol de la comunidad internacional es poner de manifiesto la situación de las mujeres y las niñas, incluso cuando las cámaras se apagan”, agregó, en relación con la decreciente atención mediática mundial en cuanto a la crisis afgana.

“La incidencia también significa garantizar que quienes defienden los derechos de las mujeres cuenten con recursos y protección para llevar adelante una tarea crítica para la paz y la seguridad en cualquier país”, escribió, en el texto que ONU Mujeres tituló “La mirada de la experiencia: En Afganistán, la igualdad de género es fundamental para el futuro, el desarrollo a largo plazo y la paz sostenida”.

Al señalar la necesidad de “dar apoyo a los grupos de la sociedad civil abocados a las mujeres y al movimiento de mujeres en Afganistán”, e indicar que ONU Mujeres trabaja en ello, Davidian destacó que “las organizaciones de mujeres son motores para el progreso y la rendición de cuentas”, no obstante lo cual, “las organizaciones por los derechos de las mujeres solo reciben menos del 1 % de la asistencia oficial para el desarrollo”.

“Necesitamos contrarrestar esta tendencia con inversión estratégica e intencional en las organizaciones de la sociedad civil para las mujeres”, recomendó.

También denunció que “las mujeres afganas son objeto de una de las más altas tasas de violencia en todo el mundo y que la mayoría de estos hechos de violencia ocurre en el hogar”.

Al respecto, informó que “nueve de cada diez mujeres afganas experimentan al menos una forma de violencia en la pareja en su vida, y estas cifras corresponden a la etapa anterior a la crisis” sanitaria por la pandemia mundial del coronavirus, y que “la pandemia incrementó los índices de violencia contra las mujeres en todo el mundo, incluso en Afganistán”.

La experta hizo, así, referencia al resultado de las medidas adoptadas por la mayoría de los países golpeados por la emergencia, lo que, principalmente, ha obligado a víctimas de violencia de género -adultas y menores-, a convivir 24/7 con sus agresores, y con limitadas posibilidades de procurar ayuda.

En términos generales, “Afganistán atraviesa una crisis de una magnitud a la que nunca antes se había enfrentado”, contexto en el cual, por ejemplo, “la mitad de la población necesita algún tipo de asistencia humanitaria”, mientras “un tercio no sabe de dónde provendrá su siguiente alimento”, puntualizó.

En opinión de Davidian, “la única solución para Afganistán es sortear estos obstáculos con la seguridad de que ningún sector de su población, sus hombres y mujeres, quede atrás, y que puedan unirse para atravesar la crisis y la catástrofe”.

La experta agregó que, en tal cuadro de situación, “la participación plena de las mujeres y su liderazgo en la vida pública y política es clave para el futuro de Afganistán y su desarrollo a largo plazo, para la paz sostenible y para la creación de una economía vibrante que pueda recuperarse de cualquier crisis”.